jueves, 14 de abril de 2016


Estos días en los medios de comunicación recuerdan el trágico accidente de la central nuclear de Chernóbil, con los miles de muertos habidos y los daños que todavía persisten por los efectos de la radiación pasados 30 años.

En el juicio por la muerte de mi hijo Arturo, víctima de radiaciones ionizantes, en el año 1988 “tratamiento del futuro” como se lo vendieron en la prestigiosa  Clínica DEXEUS cuando él tan sólo intentaba solucionar un problema psicológico, se compararon las radiaciones que le aplicaron con las que mataron  a tantas miles de personas en Chernóbil.

A pesar de todas las pruebas aportadas y las declaraciones de los médicos que descubrieron el horror cometido a mi hijo, los jueces  no condenaron a los médicos asesinos: los doctores Benjamín Guix Melcior y a Enrique Rubio García.

Y si la actuación criminal no hubiera sido denunciada por mí, en una gran campaña pública que obligó a los directivos de la Clínica DEXEUS a impedir la entrada en ella al doctor Rubio y a despedir “elegantemente” eso sí, al doctor Guix,  los que ya no se atrevieron  a aplicar a nadie más el “maravillosos tratamiento del futuro”, hoy en día, todavía se seguiría quemando cerebros sin que ni a jueces ni  a políticos les importara nada. 

Otro Chernóbil legalizado, pero esta vez por jueces y políticos.


El informe del Hospital Noruego de Radio, informa que no hay nada escrito que avale este tipo de tratamiento para este tipo de problemas, los psicológicos, pero los jueces, en el caso de mi hijo, se inventan que como ya le avisaron, todo estaba muy bien hecho. Mataron a un joven sano “más sano que él no había otro” como solía decir su psiquiatra, a través de un engaño brutal, pero a los jueces nada les importó, y los políticos del momento, a pesar de quedarse impactados y de darme todos, eso sí, el pésame, nada hicieron. 




Para que no pase al olvido uno de los casos más sangrantes cometidos dentro del mundo de la medicina y del sistema judicial de nuestro país. El caso de aquel bondadoso muchacho, mi hijo, al que le quemaron – le “achicharraron”, como sentenció la señora Fiscal -, su cerebro físicamente sano cuando él tan sólo intentaba solucionar un problema psicológico. A pesar de todas las pruebas aportadas y de las declaraciones de los médicos que descubrieron el horror cometido causante de la muerte y se posicionaron a favor de la víctima, y a pesar de las declaraciones de los acusados, los médicos Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García que deberían de haberles cavado su propia fosa, declaraciones como que “no avisaron al paciente del peligro que corría porque de avisar nadie se lo haría”, como que “los rayos de vez en cuando dan una broma y si la dan es imprevisible”, y como que “aplicaron la radiación por “el ojo clínico”, los jueces, actuando como auténticos  abogados defensores de los acusados, contradiciendo, incluso, sus propias declaraciones, ante el asombro e incredulidad de propios y extraños, los dejan impunes. Y un caso que ha traspasado fronteras impactando a la clase médica de distintos países del mundo, los jueces, entre otros, José María Assalit Vives y María Eugenia Alegret Burgues, con sentencias llenas de falsedades, mentiras y prevaricadoras, han permitido que unos mal llamados médicos  siguieran causando más daños irreparables y muertes sin que nadie les diga nada. ¿Algún día médicos y jueces serán castigados como señala el Código Penal de nuestro país? ¿Se hará justicia?


2016


Isabel Ferragut Pallach


D. Pedro Sánchez                                                                  
Secretario General del Partido                                              
Socialista Obrero Español (PSOE)                                        
C/Ferraz, 70                                                                           
28008 –MADRID

    
     SEÑOR:

     A pesar de los años transcurridos desde la dramática muerte de mi único y querido hijo Arturo debida a una brutal negligencia médica, y a pesar de la gran injusticia judicial recibida, nunca he perdido la esperanza en que algún día obtendría la justicia que tanto mi hijo muerto se merece. Esperanza que en algunos momentos he visto del todo desvanecer pero que, ahora, con los nuevos políticos y los cambios políticos que anuncian, la he recuperado con ánimos porque, como verán si tienen paciencia y tiempo para leer la historia de la muerte de mi hijo, los que le mataron tan salvajemente y los jueces que tan escandalosamente les han protegido, no pueden quedar impunes.

     El paquete que les envío, como podrán ver, contiene la primera y segunda parte, ésta última inacabada, de los textos del nuevo libro que estoy escribiendo sobre mi hijo y el porqué de su dramático final. A pesar de mis ochenta y cinco años, espero poderlo  terminar. Con todas las “novedades” que han ido sucediendo, sería el tercero. (El primero, titulado, “Arturo, mi querido hijo”. lo publiqué  en 1995, dos años después de haber fallecido mi hijo). También contiene el segundo libro impreso que escribí por el que tuve que vender alguna de mis propiedades para su publicación y distribución – entonces yo tenía dinero; no sé si está bien decirlo o no, pero de no ser así, me hubiera resultado imposible hacer todo lo que he venido haciendo durante todos estos años: más de 26. Este segundo libro, titulado, “Arturo”, y subtitulado, “Una muerte en manos de los médicos Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García” (2003), tuvo una gran repercusión y se encuentra en algunas bibliotecas de nuestro país. Son setecientas páginas que contienen informes médicos, los TACS cerebrales de mi hijo de antes y después de recibir el impacto de la radiación: antes, sano, perfecto, después “achicharrado”, como ya he comentado sentenció la señora Fiscal en las vistas orales del juicio. También contiene testimonios de otras víctimas que fui conociendo en este duro y triste camino que me ha tocado vivir y que todavía no ha terminado. Es un libro fuerte de denuncia que creo debe tenerse en consideración. Además, también les envío un poco de la información que salió en los medios de comunicación, como por ejemplo, la Revista Hablan, “El Rayo que quema cerebros”, “Fue la Radiación”, “Caso DEXEUS, dos médicos locos”…Cartas de agradecimiento por la entrega de ejemplares del libro a Bibliotecas y Centros Oficiales…Los libros publicados también contienen cartas de políticos – los de cada momento – contestando a las mías, dándome el conduelo y ofreciendo la ayuda que les fuera posible… Entre las cartas de políticos, el que fuera entonces Ministro de Justicia, D. Alberto Belloch y Julve, en la que me comunica que hará todos los posibles para que casos como el de mi hijo no vuelvan a repetirse; dos cartas del que fuera Presidente del Partido Socialista Obrero Español, D. Ramón Rubial, cartas súper atentas; del que fuera Presidente de Catilla-La Mancha, D. José Bono Martínez, lo mismo, cartas atentísimas, también del que fuera Presidente del Partido Popular, D. José María Aznar, quien me propició una entrevista con el que fuera Portavoz de la Comisión de Sanidad, D. Enrique Fernández-Miranda; del Gobierno Vasco, Carmelo Sainz de la Maza Arrola, quien me dice: “Conscientes de que es el camino de la verdadera Justicia, doy traslado de su escrito a los Departamentos de Justicia y Sanidad de este Gobierno en la confianza de que puedan evitarse situaciones similares”. Y, de tantos y tantos otros, es decir, de todos los políticos de los distintos momentos en que han ido pasando en el tiempo. Tantos años…Todos ellos impactados por el caso de mi hijo, y deseándome que se resolviera con éxito. Pero…

     Si bien toda la amplia información de lo sucedido la encontraran en la información adjunta, para una mayor facilidad en la lectura, es decir, para que no tengan que buscar en los escritos los puntos más relevantes de un caso que resulta para la mayoría difícil de entender, el que se mate a una persona físicamente sana quemándole el cerebro cuando tan solo intentaba solucionar un problema psicológico, y la gran injusticia judicial recibida, me permito hacer un breve resumen de cómo sucedió todo. Creo que después de leer parte de la trágica historia, podrán comprender el motivo por el cual me dirijo a ustedes y a todos los partidos políticos del momento, exponiendo mi petición sobre el tema judicial que, aunque quizás les resulte extraña, creo que me asiste toda la razón al solicitarla. En las entrevistas que he mantenido con varios políticos, el escollo principal para conseguir una Justicia justa, es el sistema judicial que tenemos. Por eso mis ánimos se han renovado cuando les he oído a ustedes hablar de un cambio del “Sistema Judicial”. Aunque, recordando la entrevista que mantuve con la Secretaria de Dña. Nuria de Gisper, en aquel momento Consellera de Justicia de Cataluña, me preguntó, después de hacerle saber de las atrocidades dichas por los jueces en las sentencias por la muerte de mi hijo: “¿Quién juzga a los jueces, señora Ferragut? Se tendría que cambiar la Constitución”. Espero que es lo que hagan ustedes en las nuevas políticas, pero pensando muy mucho, no solamente para los intereses político, sino para la gente de a pie, la más indefensa y a la que más se les aplastan, se nos aplastan, los  Derechos Humanos.

     Verán, yo tenía un hijo, un buen hijo, una buena persona, generosa, amante de la familia, amigo de sus amigos, noble, tolerante…Amante de la Naturaleza y del deporte principalmente de nieve, un buen esquiador. En general, una persona que así que se la conocía se hacía querer. Las fotografías que les adjunto son un buen reflejo de cómo él era. Éramos una familia muy unida. Mi hijo, aparte de estudiar los estudios digamos normales (el bachillerato y otros), estudiaba también la carrera de música para ser concertista de piano, pues tenía dotes especiales para poderlo ser. Teníamos negocio propio, lo que nos permitía vivir bastante holgadamente y también nos permitía viajar a menudo. Pero un día, sin saber exactamente el porqué, a mi hijo, cuando contaba  diecinueve años, se le desarrolló un problema psicológico, una neurosis obsesiva, que él mismo se diagnosticó, estando acertado en su diagnostico según el psicólogo que él mismo buscó, pues se prometió que haría todo lo posible para solucionarlo. Pero, entretanto, ocurrió en la familia una gran desgracia que trastocó nuestras vidas, el fallecimiento repentino de su padre, mi querido esposo a causa de un infarto de miocardio. El psicólogo recomendó a mi hijo que le atendiera un psiquiatra para ayudarle a soportar tan terrible pérdida. Mi hijo accedió. Fue al psiquiatra, y éste fue el único  que tuvo mi hijo, al que llegó a apreciar mucho, como su psiquiatra a él.

     Mi hijo se fue tratando y haciendo todo lo que su psiquiatra le indicaba. Llegó el tiempo de cumplir con el Servicio Militar. Servicio que realizó en Ceuta durante todo el tiempo establecido, finalizando con una hoja perfecta de servicio pasando a la reserva. Mi hijo, enemigo de las armas de fuego o de cualquier otro tipo de arma, solicitó entrar en la Banda de Música, pero como necesitaban conductores y él conducía muy bien, lo destinaron a lo que los Mandos Militares llamaban “caballería”. Fue todo el tiempo en que duró el servicio, conductor de un vehículo tipo tanque como puede verse en las fotografías incluidas en los libros. Subrayo, lo de “pasar a la reserva”, porque si hubiera sido cierto lo que se inventan los jueces sobre mi hijo, no hubiera sido posible que hiciera el Servicio Militar, ni ser conductor de tanques, ni mucho menos “pasar a la reserva”.

     Mi hijo confiaba en los adelantos de la Ciencia médica y solía decir que, si uno tiene un problema y una posible solución a mano es absurdo no aprovecharla. Él confiaba en que su problema se solucionaría pero si no, decía, tendría que conformarse como hacen otras personas que padecían lo mismo que él”.

     Cuando mi hijo llegó de cumplir con el Servicio Militar - lo del Servicio Militar está explicado con más detalle en los libros -, con su interés para solucionar su problema – esto es muy importante tenerlo presente por lo que se inventarán más tarde los jueces -, preguntó a su psiquiatra si no existía algún tratamiento aparte de las pastilla y curas de sueño que le pudiera solucionar el problema con más rapidez y no tener que estar perdiendo tanto el tiempo con sus “absurdos”, con sus “manías” de comprobación, orden, limpieza…, como consta en el informe de su psiquiatra. Su psiquiatra, por primera vez, le habla de un tratamiento a base de “radiofrecuencia” que utiliza el doctor Burzaco, gran eminencia mundial, en Madrid. Pero todo y así, su psiquiatra le dice que, espere que no tenga prisa; pero él, con la necesidad de sacarse las manías de encima, se decide puesto que no existía ni el más mínimo riesgo. He de decir que nunca, nunca, su psiquiatra le hubiera hablado de un tratamiento con riesgo para tratar un problema psicológico. Cuando mi hijo está decidido, familiares y amigos se lo sacan de la cabeza. Principalmente se lo saca de la cabeza un amigo suyo que es médico y también padece una neurosis de sus mismas características. Le dice que se aguante con lo que tiene y cuando esté en sus horas bajas que se vaya a esquiar, por ejemplo, pero que no se someta a cosas que te dicen que es una cosa y después no es nada de lo que te han dicho y pasa lo que pasa. Entre todos convencen a mi hijo y él, lo deja correr. En este caso no sé si fue una buena decisión dejar correr lo del doctor Burzaco como se verá más tarde. Y, aquí, se hubiera terminado todo: él hubiera seguido con sus más y sus menos y con su vida de siempre: estudiando, su música, la fotografía, (era un buen fotógrafo), ayudando en el negocio familiar,… Pero…

     Pero, un día, desgraciado día para mí hijo, tanto que le costaría la vida, yo interferí en su destino.  Cuando mi hijo ya no pensaba en ningún tipo de tratamiento que no fuera el tradicional, encontré a un amigo mío que, hablando de la familia, me preguntó por Arturo. Le contesté que con sus más y sus menos, pero como que era un chico luchador, nunca se rendía. Mi amigo, con toda la buena fe del mundo, no lo he dudado nunca, me habló de un amigo suyo médico que trabajaba en el Hospital del Valle de Hebrón y formaba parte de un grupo que era muy entendido en estos temas; me dijo que si quería nos concertaría una cita con su amigo para que nos informara de lo que hacían allí exactamente por si nos podía interesar.  Le contesté que primero lo tenía que consultar con mi hijo, porque era él quien tenía que decidir. Le conté a mi hijo el encuentro que había tenido y el ofrecimiento que nos había hecho mi amigo, y, por curiosidad, sólo por curiosidad, fuimos a ver el amigo de mi amigo, para saber lo que allí hacían.

     Ya estamos en la consulta del doctor Pedro Nogués, que así se llamaba el amigo de mi amigo. Y, a partir de aquí, el camino de mi hijo se torcería hasta llegar a un final terrible e  inimaginable.

     Cómo el doctor Nogués era un hombre muy joven, unos treinta años, mi hijo también, veinticinco años, y el amigo que nos recomendó también era muy joven, se estableció entre ellos una corriente de amistad y simpatía, tuteándose, como si se conocieran de años. Pasaré de largo los detalles de algunas conversaciones y hechos  para no convertir este escrito en un nuevo libro, aunque también son importantes.

     El doctor Nogués, nos explicó maravillas del tratamiento para la neurosis, pero como se trataba de una operación cerebral a cráneo abierto, mi hijo le puso todas las pegas del mundo. Pero no sabes nunca como se lo hacen los médicos, que al final terminan siempre convenciéndote. La confianza que depositas en ellos…¡Y. si era el amigo del amigo quien nos recomendaba!… Esto de la amistad, en el caso de mi hijo, fue muy mala cosa, si quizás el doctor Nogués no hubiera sido un médico recomendado por un amigo, con toda seguridad, no hubiéramos depositado tanta confianza en él.

     Nos dice que para llevar a cabo esta intervención se necesitaban dos requisitos indispensables: uno, que “el cerebro tenía que estar sano, perfecto”, otro, la opinión de otro psiquiatra y también el “visto bueno” del doctor Enrique Rubio García Jefe de Servicio de Neurocirugía del mismo hospital. El cerebro de Arturo estaba sano, perfecto, como demuestran los TACS cerebrales realizados en la Clínica Quirón a instancias del propio doctor Nogués.

     Extracto de la conversación con el psiquiatra del Hospital del Valle de Hebrón, pero realizada en consulta privada. Preguntas de Arturo al doctor: “¿Usted cree que lo que me ofrecen en el Hospital del Valle de Hebrón me puede ir bien? Doctor: “Sí, te puede ir bien”. Arturo: “Pero, ¿no puede ser que con el tiempo se abran nuevas vías y vuelvan las obsesiones?”. Doctor: “Puede ser pero nunca serán tan fuertes”. Arturo: “Pero, ¿usted cree que vale la pena pasar por una operación para volver a lo mismo aunque no sean  tan fuertes?”. Después de unas cuantas preguntas más por parte de mi hijo y mías, el doctor termina diciéndole a mi hijo: “Mira, chico, si te quieres operar te operas, y si no, no te operes, el mundo está lleno de personas con neurosis obsesiva, y no pasa nada”.

     Salimos algo desorientados de la consulta, pero mi hijo, con el convencimiento de que el amigo del amigo de su madre, como decía, no le iba a engañar, seguimos. En algunos medios de comunicación ha salido la noticia de que, “debido a los intentos de suicidio, el equipo de psiquiatras del Valle de Hebrón recomendaron la radiación en la Clínica DEXEUS”. Esto es totalmente falso, el tema del suicidio, que lo contaré en su momento, nada tiene que ver con lo que dice la noticia, porque el “equipo de psiquiatras”, fue sólo el médico que nos atendió en consulta privada, los intentos de suicidio, habían pasado a la historia, y ni siquiera se habló de ello con el doctor. El  psiquiatra del Valle de Hebrón (en consulta privada), no podía hablar de la radioterapia de la DEXEUS, porque el cambio de planes todavía no se había producido cuando mantuvimos la entrevista y, a él ya no le vimos más.

     Antes de volver a la consulta del doctor Nogués, como habíamos quedado, fuimos  a ver al doctor Enrique Rubio, en este caso en el mismo despacho del hospital.  El doctor Rubio, lo mismo que el doctor Nogués, nos habla maravillas del resultado que puede obtener con la intervención, extendiéndose, incluso, en explicarnos las dificultades que tuvieron al principio, cuando empezaron hacia años, pero ahora, ahora podía operarse con total tranquilidad porque  todo estaba solucionado, no existía riesgo posible. Y al final te lo crees porque, como no se trata de operar un tumor ni de ningún tipo de enfermedad grave, sólo tocar el “puntito” que  dicen, pues, eso, te lo crees. No obstante mi hijo, siempre con las mil y una pregunta a punto, insiste en la posibilidad de algún riesgo imprevisto. A mí, que me parecía que se ponía pesado con tantas preguntas, le reprendía diciéndole que ellos eran los médicos, los que sabían, y recuerdo que mi hijo, ¡pobre!, con toda la razón del mundo, me respondía: “Sí, mamá, ya sé que ellos son los médicos, los que saben, pero se trata de mi salud y de mi vida, tengo que estar muy seguro de lo que van a hacer y del resultado que pueda obtener”.”¡Nada! ¡No puede pasarte nada!”…Y volvemos a la consulta del doctor Nogués, pues al parecer era él  quien tenía que realizar la operación.

      Nos encontramos nuevamente en la consulta del doctor Nogués. Ese día teníamos  que decidir el día y hora de la intervención e ir yo a arreglar los papeles de la Seguridad Social ya que esta intervención la cubría la S.S. Mi hijo, pregunta una vez más: “¿Estáis bien seguros de lo que vais a hacer? No debéis de olvidar que yo vengo a curar una neurosis obsesiva y no a buscar lo que no tengo”. Entonces, con gran sorpresa por nuestra parte, el doctor Nogués nos dice que tiene que decirnos algo: que sí, que existe un riesgo de un 3% de poderse quedar imposibilitado y un, 1% de riesgo de muerte.  Lógicamente nos quedamos aterrados, diciéndole que aquello no era lo que nos había dicho y que, por supuesto, no nos interesaba de ninguna de las maneras. Incluso le dijimos que aquellos tratamientos deberían de estar prohibidos para tratar problemas psicológicos. Y nos despedimos recriminándole el tiempo que nos había hecho perder. Pero, sucedió algo extraño: cuando nos estábamos despidiendo, le llaman por teléfono, coge el aparato, habla, cuelga y le dice a mi hijo: “Ves, lo que te decía, ahora están operando a un chico que tiene lo mismo que tú y se le ha producido una hemorragia. Esperen que enseguida vuelvo”. Lo de la hemorragia es lo que le contó a mi hijo cuando él le preguntó el porqué de los riesgos. Nos contó que, entretanto operaban, con un temblor del pulso del cirujano se podría tocar lo que no debían y entonces producirse una hemorragia que si era pequeña no pasaba nada pero si era abundante podría producir incluso la muerte, lo que a nosotros nos pareció de ciencia ficción. Se supone que si un cirujano es propenso a tener temblores de pulso ya no puede ejercer de cirujano, pero se ve que esto en la cirugía no importa aunque a uno le pueda costar la vida. ¡…!

     Ante lo que yo veía, le dije a mi hijo que nos fuéramos, que no hacía falta esperarle, pero mi hijo, con su bendita educación, quiso esperarle para despedirse, para que no pensara que éramos mal educados y, sobre todo, que “no hiciéramos quedar mal a mi amigo que se había preocupado por nosotros”. Su educación hizo que le esperáramos, si nos hubiéramos ido, no hubiéramos sabido nada de la Clínica DEXEUS, del doctor Guix ni de toda su parentela, y mi hijo estaría vivo. Pero tuvimos la desgracia de esperarle. He de decir que toda esta extraña conducta del doctor Nogues, ha hecho pensar a algunos médicos que todo estaba preparado para venderle a mi hijo la radiación en la Clínica DEXEUS, porque ningún médico le dice a su paciente que con el tratamiento que le propone le puede causar la muerte. 

     Bien, cuando regresa el doctor, mi hijo le pregunta por lo que va a  ser del muchacho que estaban operando. Pareciendo que al doctor poco le importaba la suerte que pudiera correr el muchacho, le responde que, ya se lo dirá la próxima vez que se vean. Le recuerdo que no habrá próxima vez, que ya le habíamos dicho que no nos interesaba  lo que allí hacían, y nos volvemos a despedir. Pero, cuando estamos cruzando el umbral de la puerta de su despacho, nos dice: “Esperen, no se vayan”, y dirigiéndose a mi hijo: “Espera, Arturo, te puedo ofrece algo que te puede ir muy bien y te puedo asegurar que no vas a correr ningún riesgo, lo que ocurre es que no lo cubre la Seguridad Social, se realiza en una Clínica privada, la DEXEUS, y puede venir a costarte unas trescientas mil pesetas, estarías ingresado entre veinte minutos y media hora, pudiendo regresar a casa de inmediato y seguir con tu vida habitual. Lo peor que te puede pasar es que te quedes como estás, pero, créeme, vale la pena probar”. Todo esto dicho de carrerilla y con tanta seguridad, sabiendo, además, que Arturo no iba a aceptar ningún riesgo por ínfimo que éste fuera, resultaba una propuesta atractiva y nos volvemos a sentar.  

     El tratamiento propuesto partía del Hospital Karolinska de Suecia, pero no tal como él nos lo explicó, como ya contaré más adelante. Según el doctor Nogués, se trataba de aplicar una pequeña dosis de rayos gama en el cerebro en donde se forman las obsesiones. En lugar de pastillas, radiación. Naturalmente la conversación fue un poco larga pues mi hijo le hizo todo tipo de preguntas y le pidió que le dibujara el esquema de un cerebro y le explicara cómo los rayos realizaban su función. Según el doctor Nogués, todo muy bien. Mi hijo, en su retahíla de preguntas, le dijo: Sabéis que con los rayos nunca se sabe, ¿qué puede pasarme cuando tenga cuarenta o cincuenta años? Por lo que me cuentas no hace tantos años que se aplica este tratamiento?”.¡Nada, no puede pasarte nada! Se han hecho los suficientes ensayos y tratado a suficientes pacientes para poderte asegurar que no te puede pasar nada. Lo peor, ya sabes, quedarte como estás”. Que fue lo único que aceptó mi hijo. Pero mi hijo, sigue insistiendo en la posibilidad de riesgos imprevistos, pero una vez más, el doctor convence a mi hijo y éste acepta someterse al tratamiento propuesto. El doctor nos da un papel de presentación para entregar al doctor Benjamín Guix Melcior, en la Clínica DEXEUS.

    
    PRESTIGIOSA CLINICA DEXEUS

     Si a mi hijo le quedaba alguna duda sobre lo que le había dicho el doctor Nogués, el doctor Guix, se la supo disipar muy bien.

     Ruego especial atención a esta entrevista, porque es en la que el doctor Guix comete el “Abuso de confianza” más condenable – el abuso de confianza que está tipificado en el Código Penal como agravante del delito criminal -, y que ni siquiera los jueces han querido saber nada lo que sucedió en esta entrevista. Mi testimonio, es como si no hubiera existido, en cambio las mentiras del doctor Guix, fueron atendidas con mucha atención dándoles toda la credibilidad del mundo. Como no habían testimonios en la consulta, podía ser la palabra de uno contra la del otro, pero todo y así, hay una realidad incuestionable: las pruebas en las que demuestran que la muerte de mi hijo fue debida por exceso de radiación ionizante, y en el único lugar que aplicaron radiaciones ionizantes a mi hijo, fue en la Clínica DEXEUS.

     Quizás ni sería tan importante, entretenerme en esta entrevista, pero creo que sí lo es  para poder entender como un muchacho físicamente muy sano, que tan sólo intentaba solucionar su problema para vivir una vida sin preocupación en cuanto a su salud y a su futuro, llegó a creer que sería una buena cosa lo que le vendieron. Ellos, los médicos, siempre se presentaron como buenos amigos que querían ayudarle… Claro, es el oficio de los médicos ayudar, no matar por más mal que uno esté, y es lo que inocentemente, uno cree.

     Y, en tal sentido, recuerdo a mi hijo y al doctor Guix, como eso: dos amigos que uno le cuenta al otro con toda la confianza del mundo, sus problemas, sus angustias… preocupación por su futuro…Y, el otro, le dice que confíe en él, que le ayudará. Además, fue muy cruel la conducta del doctor Guix porque, conforme mi hijo le explicaba, el doctor Guix lo utilizaba para animarle a que se sometiera a la radioterapia: Él doctor le decía a mí hijo que, como tenia tantos intereses en la vida, una buena situación económica, su carrera de música, tener la posibilidad de poder viajar, con tantas cosas buenas, no debía perder más el tiempo con psiquiatras, curas de sueño, pastilla…”Olvídate de todo esto, con la radiación quedarás libre para siempre”. Incluso hablaron de ópera, parecía que al doctor también le gustaba mucho. Hablaron del Teatro de Liceo… En fin, una buena interpretación la del doctor Guix, cargada de una gran dosis de maldad. Podría pensarse, en un principio, que no tenía maldad, pero en las vistas orales del juicio vi, vimos, en realidad, quien era el doctor Benjamín Guix Melcior. Por eso mi indignación va en aumento, cuando leo y releo las sentencias que hacen referencia a esta entrevista y con la declaración llena de maldad del doctor Guix en la vista oral del juicio.

     Cuando el doctor Guix hubo convencido a mi hijo de las bondades de la radioterapia, con aquel “¡Háztelo, Arturo, háztelo, no te arrepentirás! Si te lo haces será la mejor determinación que habrás podido tomar nunca en tu vida”, mi hijo todavía me preguntó: “Mamá, ¿tú qué harías?”, a lo que le respondí: si te puede ir tan bien y el doctor  dice que no te puede pasar nada malo, pues yo me lo haría ya que por probar no se pierde nada. ¡En mala hora! El doctor Guix, le da un papel a mi hijo para que firme una “autorización” de tratamiento. “Ya sabes que no te va a pasar nada, ya te lo he dicho, pero tendrías que firmar esta autorización para que no se vayan a creer que tu madre y yo te hemos cogido a la fuerza y…”. Mi hijo, con cara de sorpresa pero sonriente, como queriendo decir ¿quién va a creer una cosa así de mi madre y de ti?, le dice con toda la confianza del mundo: “¡Qué exagerado eres! Trae hombre trae que te firmo, no hay ningún problema”. Y mi hijo, persona bondadosa como no había otra, creyendo que firmaba la aceptación de aquellos efectos secundarios de dos o tres días de dolor de cabeza que podría tener como le dijo el doctor Guix cuando mi hijo le preguntó, firmó su sentencia de muerte. “Ya sabes que no te va a pasar nada, solo dos o tres días de dolor de cabeza y quizás ni eso”…

     Así que mi hijo hubo firmado, nos pidió los honorarios, las trescientas mil pesetas en  efectivo o en un talón al portador. No nos dio recibo ni comprobante de pago, me puso una excusa absurda pero no le di importancia en aquel momento, creí que ya me lo daría otro día pero nunca me lo dieron. En la película que la FORTA realizó como denuncia por la muerte de mi hijo, la madre va a reclamar el informe de lo que le hicieron y el recibo conforme se pagó el tratamiento, que en la película se lo entregan. Yo nunca fui a pedir el recibo, si acaso el informe de lo que le pusieron y esto se consiguió, puesto que no lo querían dar, amenazando en recurrir a una orden judicial. Pero esto se explicará más adelante.


    3 DE MARZO DE1988. CLÍNICA DEXEUS

     A las seis de la tarde nos personamos en el sótano de la Clínica DEXEUS como habíamos quedado con el doctor Guix. Es el Departamento de Radiología de la Clínica DEXEUS, aunque consta el nombre del doctor Guix. Porque no hay que olvidar que nosotros acudimos a la clínica DEXEUS, clínica que daba todas las garantías del mundo.

     El doctor Guix no aparece por ninguna parte, pero sí quien aparece es el doctor Enrique Rubio García del Hospital del Valle de Hebrón, quien se va a hacer cargo de mi hijo. Extrañada, le pregunto qué tiene que ver él con mi hijo, si con él nada hablamos de la radioterapia. Nos da una pequeña explicación para terminar diciendo que aquellos casos los lleva él conjuntamente con el doctor Guix. Nosotros ignorábamos que mantenían conciertos privados; lo supimos después, durante el juicio que se celebraría años después. Por un momento no supe qué hacer, pero mi hijo me miró como diciendo, “Qué vamos hacer si ya estamos aquí”.

     “De veinte minutos a media hora” nos habían dicho, aunque uno puede pensar que el tiempo pueda alargarse un poco más entre la preparación, etc. Estando en la DEXEUS, uno no podía pensar nada malo. Pero el tiempo pasaba y mi hijo no salía. Pasa una hora y media larga. Al cabo de pasado este tiempo, sale el doctor Rubio para decirnos que  “había habido un pequeño problema con la máquina pero que ya estaba solucionado. Arturo saldrá enseguida”. Otra hora y media larga. En total, tres horas y cuarto. Después de este tiempo, sale el doctor Rubio para decirnos que todo había ido muy bien y que fuéramos a verle dentro de tres meses, y se marchó.

     Al poco de haberse marchado el doctor Rubio, salió Arturo de la Sala de Radioterapia: solo, dando tumbos de un lado para otro por lo mareado que estaba, cayéndole los mocos por el fuerte constipado que había cogido, con unos hilillos de sangre que le caían por la sien por la forma bestial en que le habían colocado la “corona” o lo que fuera, y con un terrible dolor de cabeza. Al verle en aquellas condiciones, empecé a llamar para que alguien nos atendiera, pero en aquel sótano y a aquella hora, sobre las diez de la noche, nadie nos atendió. Mi hijo, sin poderlo resistir más, me dijo: “Madre, déjalo correr. No puedo resistirlo más, vámonos para casa, por favor”. Y siguió: “Y, no quiero volver a ver más a ese médico porque es un bestia, le he pedido, por favor, una manta porque tenía frio y me la negado diciéndome, “cállate burro”. Mi hijo era una persona sumamente educada y con mucha paciencia, me imagino lo que pasó para que después él, hiciera este comentario. Desgraciadamente después, siempre después, pudimos saber que el doctor Rubio, no solamente era un bestia, sino que era un ser malvado sin sentimientos humanos, y esto dicho por gente de su propio entorno.

     Esto que explico y que parece imposible que pase en una clínica de tanto prestigio como la DEXEUS, se repitió, que sepamos, dos años más tarde, con el joven José Antonio Guiu. Al salir de las manos de Guix y Rubio dijo: “Antes de volver a pasar por este infierno, preferiría morir”.

     Bien: al ver que nadie nos atendía, decidimos marcharnos. Más tarde, en las vistas orales del juicio, por propia declaración del doctor Rubio, supimos que el doctor Guix sÍ estaba en la clínica; de hecho, siempre según el doctor Rubio, fue el doctor Guix quien aplicó la radiación a mi hijo. Todo un engaño y una chapuza maldita que le costaría la vida a mi hijo, pues más tarde supimos por el propio informe del doctor Rubio, que dentro de las tres horas y cuarto en que duro la sesión, DOS HORAS Y VEINTE MINUTOS fueron destinadas a irradiarle indiscriminadamente el cerebro de mi hijo, lo que resultaría mortal de necesidad, cosa que, naturalmente, ignorábamos.

     El malestar de mi hijo, a los tres días desapareció. Mi hijo, ante la mala experiencia que había tenido con el doctor Rubio, ya no quiso saber nada de él ni de la Clínica DEXEUS; y como que si la radioterapia no le daba el resultado esperado se quedaría como estaba, que fue lo único que él aceptó, quedarse como estaba, pues en esta creencia seguimos. Como supimos después, el exceso de radiación antes de hacerse “visible” queda escondido como una bomba mortal de relojería que cuando ya nadie se acuerda de ello, aparece destructiva, mortal, lo que desgraciadamente pasó con mi hijo. Como me aseguraron los médicos que le atendieron después en su camino infernal hacia la muerte, mi hijo salió de la Clínica DEXEUS condenado a muerte, nada se podía hacer por él ni se hubiera podido hacer en el caso de que nos hubiéramos dado cuenta del desastre, crimen cometido, antes. El exceso de radiación, como dijeron médicos expertos, mata las células por reacción en cadena. Nada se puede hacer para salvar la persona víctima del exceso de  radiación. 

     Mi hijo fue siguiendo ni mejor ni peor, con sus manías y sus más y sus menos, pero siempre sin dejarse vencer por su problema: siguió haciendo todo lo que le indicaba su psiquiatra, siguiendo con su música y sus conciertos con el grupo que había formado con los compañeros de la escuela (él era el organista y el pianista), algún que otro viaje, ayudando en todo aquello que le necesitaras, ya he dicho que era un muy buen hijo;  con nuestras salidas a comer o a cenar con la familia, los amigos… A pesar de su problema, él nunca perdió los ánimos y el interés por las cosas buenas de cada día y de disfrutar y compartir, como digo,  con la familia y los amigos. En los libros adjuntos se explica con más detalle cómo era mi hijo. También, recordaré, un buen fotógrafo que recorría las calles de su querida Barcelona para plasmar bonitos recuerdos.

     Un día, con su filosofía de vida de que “si uno tiene un problema y una posible solución a mano es absurdo no aprovecharla”, me dice: “¿Sabes que he pensado, mamá? Que voy a probar con la técnica del doctor Burzaco en Madrid, que al fin y al cabo era mi primera intención y si no me va bien, pues tendré que conformarme con lo que tengo, pero es que no quiero quedarme con la duda de haber dejado algo por el camino  que me hubiera solucionado el problema definitivamente y no haberlo intentado”. Ya nadie se lo sacó de la cabeza.

     No cabe duda de que con las determinaciones que tomaba mi hijo podía dar a pensar que lo pasaba tan mal que no lo podía resistir. Lo podía resistir más o menos como la mayoría de personas que padecen este tipo de problema. En todo caso, el porqué con el mismo problema, unos se deciden por este tipo de tratamientos y otro no, incluso con neurosis mucho más graves que las de mi hijo, no sabría decirlo, esto requeriría una explicación psiquiátrica. Yo puedo decir de mi hijo, que tanto su psicólogo como su psiquiatra, nunca pudieron saber exactamente el porqué, siendo como era Arturo, inteligente, con una lógica aplastante, como decían, con un buen carácter, interesado en tantas cosas, se le pudo desarrollar una neurosis obsesiva. Su psiquiatra solía decir que “Arturo era un caso muy especial”. De todas formas, lo importante es que fue un muchacho luchador que no se rindió ante un problema que, de no habernos topado en el camino con unos malditos llamados médicos, habría solucionado, y como dijo la señora Fiscal en las vistas orales del juicio, “si no hubiera sido por la radiación que los acusados, los doctores Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García, aplicaron en el cerebro de Arturo Navarra Ferragut, Arturo estaría vivo y sería un muchacho feliz”

     En el tema del doctor Burzaco, rogaría una especial atención porque es donde los jueces de la vía civil, a la que me obligaron a recurrir una vez finalizada la vía penal,  José Manuel Martínez Borrego Borrego y la jueza María Eugenia Alegret Burgues,  más mentirán - más que sus antecesores - y se inventarán una historia que nada tiene que ver con la realidad, lo que me llevó también a presentar una querella por prevaricación contra estos dos jueces.

     Doctor Burzaco :
    Clínica La Concepción. MADRID

     El día en que el doctor Burzaco tenía que tratar a Arturo, lo pospuso porque nos dijo que había tenido operaciones con casos muy graves y prefería tomarse un poco de descanso para dejar que las manos se relajaran. Le recuerdo como dándose masaje en las manos. Me acordé de lo que nos dijo el doctor Nogués del Hospital del Valle de Hebrón: que operaban con “temblores de pulso” y todo. Las grandes diferencia entre unos y los otros... Bien: ya he dicho que el doctor Burzaco era una eminencia mundial, pero es que además, era una persona que tenía un respeto extraordinario para con sus pacientes y también era una muy buena persona como demostró en el caso de Arturo. 

     El día en que se debía realizar el tratamiento, el doctor Burzaco nos dijo que no había hecho nada porque había visto una pequeña duricia en la parte izquierda del cerebro, que era la más efectiva, como la cicatriz de la quemadura de un cigarrillo, y que prefirió no tocar. Comentó con toda seguridad, que se debería a los rayos de la DEXEUS, pero sin dar mayor importancia y sin llegar a imaginar lo que resultaría de aquella pequeña cicatriz. Le preguntó a mi hijo que, si quería, podría probar en el lado derecho del cerebro que, aunque no era tan efectivo, también le podría ir bien. Arturo dijo que “ya que estaba allí que se lo hiciera y así no tendría que pensar más en ello”.

     Estuvimos unos ocho días en la clínica para su recuperación. Arturo fue muy apreciado por el personal sanitario que decían que Arturo era un muchacho encantador, como lo repitió más de una vez el propio doctor Burzaco. Arturo, agradecido como era, regaló una pluma muy bonita al doctor y unos regalos para el personal sanitario. Nos quedamos unos ocho días más en Madrid en plan “turista”, (así era de fuerte y animado mi hijo) y, regresamos a Barcelona.

     Me hubiera gustado mucho que así como los medios, a los que agradezco  sinceramente que difundieran el porqué de la muerte de mi hijo - unos más acertados o acertados del todo, otros no tanto -, que se hubieran hecho debates televisivos sobre estos tipos de tratamientos con médicos especializados (psiquiatras), para informar debidamente sobre los posibles resultados de cada uno, y especialmente alertar sobre la radioterapia en casos de neurosis obsesiva y su inadecuada utilización. Las personas que padecen este tipo de problema tienen derecho a saber, máxime cuando te encuentras con jueces que para proteger a sus “clientes” enredan la situación haciendo creer que el buen tratamiento es el malo y que el malo, el que causa la muerte, es el bueno. Hacen falta este tipo de debates. Lo que a mí me anima a seguir con mis campañas es que han servido para evitar que algunas personas que hubieran caído en manos de médicos, como Guix y Rubio, se salvaran.

     Por ejemplo: Quiero explicar que, desde el Ecuador, se puso en contacto conmigo una madre que tenía un hijo, al parecer, con un problema parecido al de mi hijo. Se topó con un médico poco honesto o ignorante que propuso para su hijo las radiaciones ionizantes. La mujer empezó a preguntar y a buscar información por Internet y encontró mi página web: Radiacionesmortales-isabelferragut.com, en la que denunciaba el horror y muerte cometidos con mi hijo a través de la radiación. La pobre mujer, asustada, se puso en contacto conmigo para saber. Le aconsejé que no se quedara con una sola opinión; que consultara con otros médicos. Le comenté, también, la entrevista que mantuvimos con el Profesor Erik Ollaf Baclkun en el Hospital Haukelnd de Noruega que, aunque era Profesor del Karolinska de Suecia, en aquel entonces ostentaba la Cátedra en el Haukeland. El Profesor se quedo horrorizado viendo las manchas terribles que presentaba el cerebro de Arturo a través de los TACS que le mostramos, diciéndonos que mi hijo tenía solución. También le hablé del Informe del “Hospital Noruego de Radio” en el que nos dicen que, “no hay nada escrito que avale este tipo de tratamiento para solucionar problemas psicológicos”. Después de haber hablado conmigo, consultó a otro médico, como le indique, quien se horrorizó de qué, “un colega” le hubiera recomendado las radiaciones ionizantes para tratar un problema psicológico. Se  puso en manos de un médico honesto y, esta madre me dice que su hijo ya está muy bien, y me dice, también, que está vivo gracias a mí. He de decir que, casos así, hacen que  valgan la pena todos mis esfuerzos.

     REGRESO A BARCELONA

     Nunca sabremos si fue en realidad como resultado del tratamiento del doctor Burzaco o, como Arturo dijo, ya he probado todo lo que tenía que probar y ahora sólo depende de mí”, el caso es que se puso muy bien, la neurosis desapareció, y empezó una vida como si nada hubiera pasado. Es cierto que nadie se pone bien tan deprisa, como dijo su psiquiatra, pero también decía: “Arturo es un caso muy especial”.

     A los tres días de haber llegado de Madrid, mi hijo me dice: “A partir de mañana puedes contar conmigo para todo. Empezaré a trabajar en el negocio como si fuera un empleado más. No tengas compasión de mí”, me dijo sonriendo. A mí, que me pareció que iba demasiado deprisa, le dije que esperar un poco, pero era un poco tozudo, y me dijo que “ya había perdido demasiado el tiempo y era hora de recuperarlo”.

     Me extenderé un poco más en este sentido porque, como ya he contado  anteriormente, en el capitulo donde los jueces ya mencionados Martínez Borrego y Alegret Burgues, más mentirán, negando, incluso, esta realidad que no puede negarse de ninguna de las maneras porque, el hecho de mi hijo fue público, es decir, el negocio era de cara al  público y todos conocían a mi hijo; clientes, fabricantes…Estos jueces, como se verá más adelante, tienen el valor y el cinismo (además de demostrar una ignorancia impropia de gente que tiene que decidir sobre la vida de los demás), de decir que mi hijo vino de Madrid con los males propios de la radiofrecuencia. Para ellos, el culpable de la muerte de mi hijo, fue el doctor Burzaco. No así el juez José María Assalit Vives, que a pesar de todo, resalta lo beneficiosa que fue la “radiofrecuencia” para mi hijo. ¡Los jueces!...

     Mi hijo empezó a trabajar en el negocio ininterrumpidamente: se hizo cargo de la contabilidad, de montar los muebles que nos traían los fabricantes, de los pedidos de clientes; el negocio era de ropa e inmobiliario infantil y juvenil, decoración, futura mamá… Mi hijo también atendía a los clientes, tenía un excelente carácter para ello, tanto era así,  que había clientes que le requerían a él para que les atendiera. Todo lo contrario de lo que han querido hacer creer los jueces sobre mi hijo con una mala fe increíble. Mi hijo, combinaba el trabajo con la música. Me decía que “como ya había hecho tarde para dedicarse a dar conciertos que se sacaría el título de profesor y así combinaria la música con el negocio”. Yo le insistía que lo suyo era la música y que no podía abandonar la idea de ser concertista.

     Mi hijo dejó de tratarse con su psiquiatra porque ya no lo necesitó, aunque quedó una buena amistad entre ellos que, como se recordará, se apreciaban mucho, y así pasaron seis mese en los que mi hijo no faltó ni un solo día al trabajo. Y, todo nos iba tan bien, ¡tan bien!, que pensamos en buscar otro local para ampliar el negocio, y en ello estábamos, buscando el local que más nos pudiera interesar y preparando las vacaciones del mes de agosto de 1989. Todo estaba olvidado ¡todo!, pero desgraciadamente, mi hijo llevaba el exceso de radiación encima que implacablemente, le llevaría a la muerte. Lo que no podíamos llegar a imaginar nunca.

     Quisiera ser más escueta en mis explicaciones, pero es que hay situaciones que si no se explican resultan muy difícil poder creer que hayan sido una realidad, y es más difícil imaginar cómo se produjo la aparición del exceso de radiación.

     Una tarde en que había un poco de calma en el comercio, teníamos los planos de Estados Unidos – el viaje que teníamos planeado -, encima de uno de los mostradores para ir repasando el camino a seguir: algunas ciudades de EEUU y también Canadá. Mi hijo, que iba preparando los pedidos para entregar al día siguiente, casi al final del día me preguntó: ¿Qué te parece, mamá, si hoy terminamos el día con un poco de fiesta? Si te apetece te invito al teatro y a cenar a un Restaurante que sé que te va a gustar. Hoy pago yo. Esto de que mi hijo me invitara, lo hacía a menudo. Él solía salir con sus amigos, pero siempre reservaba un poco de tiempo para mí. Naturalmente, le dije que sí.

     Pasamos una velada muy agradable viendo la obra de teatro interpretada por un actor  que nos gustaba mucho - Josep María Flotats -, y disfrutando de una buena cena. Durante la cena hablamos de muchas cosas, de los locales que habíamos visitado, de las vacaciones, de sus proyectos personales…Y, también, de la posibilitad de recuperar a su antigua novia. Ellos dos se querían, pero había sido mi hijo quien lo había dejado correr porque decía que las personas que padecen problemas como los que él tenía suelen hacer padecer a las personas que tienen a su lado y él no quería eso para la que fuera a ser su esposa. Ahora, como ya lo tenía resuelto, si ella quería, podrían empezar de nuevo. Tristemente no le dieron tiempo a proponérselo. Ni podía yo imaginar que aquella noche, aquella cena, sería la última noche, la última cena que disfrutaría con mi hijo estando tan bien como todos creíamos. 

     Al día siguiente de esta salida tan agradable, mi hijo se levantó como cada día a las ocho de la mañana para ir a trabajar. Él me llevaba con el coche. Pero ese día se levantó con la boca un poco torcida, un ojo medio cerrado y arrastrando un poco los pies. Le dije que tenía que ir urgentemente al médico, pero él me contestó que “ya iría otro día porque había mucho trabajo en la tienda que no podía desatender”. No se estaba dando cuenta de lo que le pasaba.

     Pasando por alto situaciones que dejarían claro lo fuerte que era mi hijo y el aguante que tenía – todo explicado en los libros adjuntos -, diré que a los tres días de levantarse  en esa situación, mi hijo ingresaba de urgencia en el Hospital del Mar en donde me notificaban la gravedad en que se encontraba mi hijo, tanta, que no tenia solución ninguna. Creyeron que podría tratarse de un tumor cerebral, en la gente joven, a veces, cuando da señales ya es demasiado tarde, podría ser el caso de mi hijo. Pero una vez realizadas todas las pruebas el diagnóstico fue: “Lesión cerebral por radionecrosis diferida profunda e inoperable”, evidente resultado de los rayos aplicados en la Clínica DEXEUS. Mi hijo quedó ingresado en el hospital en espera de su fallecimiento y  nosotros hundidos para siempre.

     Pero, desgraciadamente para él, mi hijo no murió cuando todos esperaban, y sin que nadie lo pudiera entender, vivió muriendo, sin saber lo que sería de él al día siguiente de cada día, durante cuatro años y seis meses. 

     Mi hijo, entretanto no moría, quedó convertido en un demente senil, en un gran dependiente que necesitó ayuda las veinticuatro horas del día, y en un ser sufriente  que luchó desesperadamente para intentar salvar una vida que él, ¡pobre hijo mío!, ignoraba que la tenía perdida para siempre. La confianza que depositó en el doctor Guix, le borró de su subconsciente todo lo relacionado con la Clínica DEXEUS. Él preguntaba: “¿Qué es lo que me ha pasado? He tenido un accidente con el coche, con la moto, una caída esquiando?”. Preguntas que nadie le pudo contestar con la verdad

     Todavía hoy en día, hay médicos que de una u otra forma tuvieron relación con mi hijo, que me dicen que no pueden entender que con lo que le hicieron en su cerebro, ¡pobrecito!, dicen, hubiera podido sobrevivir tanto.

     De todo esto, del horror que provocaron a mi hijo los malditos Guix y Rubio, los jueces, todos, no han querido saber nada. No solamente no han querido saber nada, sino que con un gran cinismo, como se verá en el comentario de las sentencias, dicen que mi hijo con la Dexametasona – fármaco que lo mantenía vivo artificialmente -, mejoraba tanto que podía dejar el centro médico y hacer una vida prácticamente normal. Mi hijo dejó el centro médico, Hospital del Mar, la primera vez, y las que le siguieron, para morir en casa, porque en el hospital no podían hacer nada por él.

     Explicar lo que fueron estos cuatro años y seis meses de la vida de mi hijo, de su lucha, de los sufrimientos que padeció y como murió, requiere un libro. Explicarlo aquí, haría un escrito casi interminable. Siempre que he explicado este proceso, siempre me he quedado corta, porque no existen las palabras para poder relatar la realidad de todo lo sucedido. Puedo añadir que todas las personas que venían a visitar a mi hijo, médicos incluidos, solían decir: “Si esto se lo hacen a un hijo mío estos dos hijos de puta ya no estarían en este mundo”.


     RECORRIDO JUDICIAL

     Cuando se descubrió lo que habían hecho a mi hijo y la mala fe que demostraron los médicos Guix y Rubio, los mismos médicos del Hospital del Mar y otros, incluido el psiquiatra de mi hijo, me aconsejaron que les denunciara, y por la vía penal, porque “aquello” era peor que una negligencia, “era algo que nunca en la vida podía haber ocurrido”.

     En cuanto la mala fe demostrada, primero, al doctor Rubio se le solicitó el informe de la cantidad de radiación que le habían aplicado a mi hijo en la Clínica DEXEUS. Se le tuvo que pedir hasta seis veces, y no lo entregó hasta que se le amenazó en recurrir a la vía judicial. Se solicitó al doctor Rubio porque fue él quien se hizo cargo de Arturo y porque, también, el doctor Guix me hizo creer, cuando reclamé telefónicamente a la DEXEUS el informe que el doctor Rubio no nos quería entregar, que el único culpable de lo sucedido era el doctor Rubio, y porque, también, el informe que se vio obligado a entregarnos iba firmado solamente por el doctor Rubio. Luego uno acusó al otro. En este informe precisamente, es en donde consta la radiación que fue aplicada durante “dos horas y veinte minutos”.

     El doctor Rubio, en su informe, solicita que se practique una biopsia porque lo de mi hijo podría tratarse de un tumor. Los médicos del Mar se negaron a hacérsela porque el cerebro de mi hijo estaba tan mal debido al exceso de radiación, que temían que se les quedara muerto en sus manos y no querían correr este riesgo. Pero es que, además, el doctor Rubio llega a ser una persona tan absurda que en el mismo informe que nos entrega, nos informa que él tiene un paciente que, “sï tiene una verdadera radionecrosis”, pero que, con el tratamiento que sigue, está muy bien, y nos pone todos los datos del paciente. Llamamos al paciente para saber cómo se encontraba y nos responde su hijo, el que nos notifica que su padre había fallecido, y nos dice que, si bien la autopsia dice que murió de una embolia, médicos de confianza les aseguraron que murió debido a un exceso de radiación. Cuando preguntamos al hijo porque no denunciaron, el nos contestó, quizás con mucha razón, que “con el disgusto que llevaba su madre, si le decían que su padre había muerto a causa de una negligencia, la hubieran matado”. Por una u otra causa, esta gente siempre sale impune de sus fechorías.

     También demostraron una gran maldad cuando los médicos del Hospital del Mar les pidieron que “por lo menos dieran una explicación a la familia”. No solamente dijeron  que, “ellos no tenían porque darnos ninguna explicación, y que si queríamos denunciarles que les denunciáramos porque a ellos le daba igual”, sino que tiraron contra los médicos que nos informaron de lo sucedió, atacándoles y diciéndoles que quiénes era ellos para informarnos de lo que había pasado. Unas muy malas personas. Después en las vistas orales…        

     Bien, cuando encuentro a un abogado que acepta representarme por la vía penal – en aquel tiempo era difícil encontrar a un abogado que quisiera coger casos por lo penal, por lo civil sí, pero por lo penal, muy complicado, todo y reconociendo que el caso de mi hijo “clamaba al cielo”-, presentamos la querella que fue admitida a trámite (5 de julio de 1990). En principio sólo en contra del doctor Rubio, en aquel momento ignorábamos que el doctor Guix fue quien aplicó la radiación, algo de lo que informó el propio doctor Rubio al primer Juez de Instrucción. Todo explicado con más detalle en los escritos – libros -, adjuntos. Pero para poder ver sentados en el banquillo de los acusados a los médicos Guix y Rubio, tuve que esperar SIETE AÑOS. Siete años en los que tuve que pasar por tres Jueces de Instrucción, por un Recurso a la Audiencia y por una cuarta Jueza de Instrucción. El primer juez, que me pareció un buen hombre, un hombre honesto que entendió perfectamente el horror que habían cometido con mi hijo, al poco tiempo se marchó, o lo cambiaron de lugar. El segundo, dejó pasar el tiempo sin hacer nada y también se marchó, el tercero, Juan Pablo Gonzalo Gonzalo, que se posicionó directamente a favor de la Clínica DEXEUS, según comentarios de gente de la propia judicatura, no creía que en una Clínica como la DEXEUS hubieran hecho una cosa como la que yo denunciaba, cerró el caso cautelarmente por falta de pruebas, dijo. Algo que indignó a los médicos que habían tratado a mi hijo y habían diagnosticado la lesión por radionecrosis – médicos del Hospital del Mar, de la Clínica Quirón, del Centro de Resonancia magnética, el informe del Instituto Nacional de Toxicología -, todos estos médicos, se indignaron porque, como dijeron, pruebas más claras como en el caso de Arturo no había otras”.

     Recurrimos a la Audiencia. En aquella época los Magistrados de la Audiencia nos dieron la razón cuando alegamos que “había indicios de criminalidad en la actuación de los médicos Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García”. Una cuarta Jueza de Instrucción, Dña. Montserrat Arroyo Romagosa, ordenó la apertura de la vista oral del juicio.

     Vistas orales del juicio: tres en total

     El día 4 de junio de 1997 se celebra la primera vista oral del juicio ante el Magistrado-juez José María Assalit Vives. Hacía 3 años y 6 meses que mi hijo había fallecido. Para condenar a los acusados tenía que quedar claro que mi hijo había muerto por un exceso de radiación y esto, más claro ya era imposible.

     Las vistas orales se convirtieron en un circo macabro lleno de crueldad. Los abogados de los acusados y los peritos de parte tiraron contra mi hijo como si fuera un desecho de la humanidad. Incluso el doctor Jordi Jornet Lozano, médico forense del Juzgado de Instrucción de lo Penal número 8 de Barcelona, quien nos había ofrecido a mi abogado de entonces, D. Javier Selva y a mí todo lo que quisiéramos si retirábamos la querella contra “sus amigos” (si retiráis la querella, yo os ayudaré porque no voy a hacer nada contra mis compañeros, y pedir muchos millones, cuantos más mejor que para eso pagamos tanto dinero a las compañías aseguradoras), como no accedí a sus pretensiones, en el juicio, en lugar de actuar como médico forense del juzgado, actuó como perito de parte, de parte de “ellos”, claro, dejando a mi hijo, al que no conocía de nada, como un especie de loco suicida y tachando a los médicos que descubrieron la lesión de “incapacitados ignorantes”.

     Los médicos que atendieron de una u otra forma a mí hijo y diagnosticaron la lesión cerebral por radionecrosis diferida, lo que le condenó a muerte, se mantuvieron firmes en su diagnóstico. Tanto fue así que, cuando la señora Fiscal preguntó a la doctora representante de la Clínica Quirón (clínica que primero había realizado el TAC a instancias del doctor Nogués, cuando tenía el cerebro sano, y después cuando ya quemado), cuando le preguntó el por qué estaban tan seguros de que la muerte de Arturo se debió a un exceso de radiación y no a otra causa como, por ejemplo, un tumor, la doctora, muy segura, respondió: “Porque hay máquinas y medios suficientes para así poderlo asegurar”.

     El doctor Burzaco, quien fue llamado a declarar, comparó las radiaciones aplicadas a mi hijo con las radiaciones de Chernóbyl: unos murieron enseguida, otros al cabo de unos meses y otros al cabo de unos años. Explicó que la “radiofrecuencia”, por su propia naturaleza, no implica peligro alguno, si causa algún daño, será por la inexperiencia de quien la aplica.

     El doctor psiquiatra de Arturo explicó la entrevista que mantuvimos con el Profesor Erik Ollaf Baklund en el Hospital Haukeland de Bergen. Explicó que, cuando el Profesor vio, a través de los TACS, la gran mancha necrosada en el cerebro de Arturo, se puso las manos en la cabeza diciendo que nunca había visto una cosa igual. Nos dijo que mi hijo no tenía salvación. Los médicos del Hospital del Mar, entre otros, estaban acertados en su diagnóstico.

     El doctor Juan Luis Valverde, Jefe de Sección del Instituto Nacional de Toxicología, quien realizó el estudio del cerebro de mi hijo, ante los ataques de los abogados de los acusados, diciéndole que en su informe ponía “aun siendo inespecífico es totalmente compatible con exceso de radiación”, y que en aquel “inespecífico” podían caber muchas cosas, como un tumor, por ejemplo, el doctor Valverde, levantándose del asiento, declaró con firmeza: “Si he dicho inespecífico, ahora digo especifico y yo que he estudiado milímetro a milímetro el cerebro de este muchacho puedo decir con toda seguridad que el cerebro, si no hubiera sido por la radiación, no tenía nada, era un cerebro sano”, añadiendo: “Y las radiaciones ionizantes mal aplicadas matan,  y esto es lo que ha sucedido con este muchacho”. Esta declaración debería de haber condenado contundentemente a los acusados, pero…

     Cuando los abogados de los acusados intentaban hacer creer al juez que mi hijo podía haber muerto por el hígado graso debido a otra enfermedad, el Profesor Borondo, quien conjuntamente con el doctor Valverde realizó el estudio del cerebro de mi hijo, se levantó espontáneamente del asiento y dirigiéndose el juez le dijo: No se debe de olvidar, señoría, que este muchacho ingresó en el hospital del Mar por una radionecrosis diferida, lo que le obligó a tomar altas dosis de corticoide Dexametasona y éste, con el tiempo, produce un hígado graso”. Agradecí en gran manera el testimonio espontáneo del Profesor Borondo.

    Aunque los peritos de parte de ellos, con sus declaraciones intentaban protegerlos a toda costa, todos sus informes y declaraciones podían tirarse al traste fácilmente. Incluso algunos, contradecían descaradamente la Ciencia médica.

     Pero si todas las declaraciones e informes testificaban que la muerte de mi hijo se debió a un exceso brutal de radiación, las declaraciones de los propios acusados deberían  haberles condenado “ipso facto”.

     Informar o no al paciente de los resultados que puede obtener en cualquier acto médico, es lo que separa de que el médico pueda ser condenado o no. En la mayoría de los casos de médicos condenados es por la falta de información dada  al paciente, aunque, naturalmente, hay casos que ni la información correcta puede librar de la condena al médico, sobre todo en un caso como el de mi hijo. Pero, es que además, como ya se ha escrito, a mi hijo no solamente no le informaron de los riesgos sino que insistieron en que no corría ninguno. 

     Pues bien: en este caso, los médicos acusados ni negaron que ellos le hubieran aplicado la radiación, ni negaron que “no le habían avisado” de los riesgos que conllevaba el tratamiento propuesto. Testimonios que deberían haberles condenado sin remisión alguna. Cuando la señora Fiscal preguntó al acusado doctor Enrique Rubio García, si habían avisado a Arturo Navarra Ferragut que se podía quedar en una silla de ruedas o morir, éste contestó de forma cínica: ¡Hombre, no! porque nadie se lo haría”. Añadiendo más cínicamente todavía: “Y los rayos de vez en cuando dan una broma y si la dan es imprevisible”, a lo que la señora Fiscal le preguntó, si creía que era una broma el que muriera una persona. El doctor Rubio agachó la cabeza y no contestó.  La señora Fiscal también preguntó al doctor Guix, qué criterios siguió para aplicar la radiación, y éste torpemente contestó Por el ojo clínico”, lo que hizo que algún familiar o amigo que se encontraba en la Sala, gritara con toda su alma: “¡BURRO!”. La señora Fiscal acusó a los doctores Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García de la muerte de mi hijo, y terminó su exposición, diciendo: “Si no hubiera sido por los rayos que los acusados doctores Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García aplicaron en el cerebro de Arturo Navarra Ferragut, Arturo estaría vivo y sería un muchacho feliz”. Solicitó cuatro años, dos meses y un día de cárcel e inhabilitación especial para cada uno de los médicos y una indemnización de cincuenta millones de las antiguas pesetas, parte de la cual debería de habar satisfecho la Clínica DEXEUS como responsable civil subsidiaria. El caso estaba ganado, no había otra, pero…

     Pero…, y es aquí donde llamo poderosamente la atención de ustedes, los políticos, en cuanto a la intención que anuncian ustedes de “cambiar el sistema judicial”, y esto para que se den cuenta de las atrocidades que se atreven a decir algunos jueces cuando quieren defender lo indefendible, pero que por intereses propio o, en este caso, más bien ajenos, lo hacen. En el caso de mi hijo, dos hechos aberrantes, el médico y el judicial, pero todo y así, sin condena.

     Había una gran expectación para conocer la sentencia en un caso que ha traspasado  fronteras. La sentencia completa con la contrasentencia está incluida en los libros adjuntos, y también en mi blog: Radiaciones Mortales – Blog Isabel Ferragut, pero aquí comentaré unos pocos párrafos que me llenan de gran indignación.

     Primero, haré referencia al informe del psiquiatra de Arturo: “Neurosis obsesiva que cursa con aspectos de comprobación, orden y limpieza. No se le conoce abuso del alcohol ni la toma de estupefacientes. Buena adaptación social”. Se recordará que su psiquiatra siempre recordaba que persona más sana que Arturo no había otra ni con una lógica tan aplastante”. Si se ha leído lo que antecede, se habrá visto cómo era un poco mi hijo.

     1.- Pues bien, el juez Assalit Vives, demostrando una ignorancia sobre la neurosis obsesiva difícil de comprender, y también con una gran dosis de mala fe (prevaricación), se inventa y dice algo tan terrible como que: “El paciente sufría una enfermedad que debía ser tratada con métodos agresivos aun a riesgo para su vida o integridad física”. No existe ninguna enfermedad que para tratarla de entrada ya le pueda costar la vida. En casos como los de mi hijo, esto era lo que hacían los médicos experimentadores, llamados “médicos del infierno”, en la Alemania Nazi. Sólo por este párrafo, el juez Assalit Vives, podría haber sido expulsado de la judicatura.

     2.- Dice que “estos enfermos reniegan de su curación”. Y lo dice, cuando está juzgando un caso donde el paciente para solucionar su problema se sometía a todo aquello que se lo pudiera solucionar; tanto que le costó la vida. 

     3.- Se inventa que “el paciente no controlaba la mente”, y esto lo dice cuando se estaba tratando el tema del Servicio Militar. Difícilmente si Arturo no hubiera controlado la mente, le hubieran entregado un fusil y la responsabilidad de conducir un tanque. Hay quien cree que los Mandos Militares deberían  haber denunciado a este juez por tacharles de irresponsables al entregar un fusil y la conducción de un tanque a un chico que, según el juez, no controlaba la mente y, además, le dieran una hoja de servicio de conducta perfecta pasando a la reserva. Pero, fíjense, que si hubiera sido cierto lo que dice el juez, de no controlar la mente, está poniendo sobre la mesa otro acto delictivo cometido por los acusados, pues cuando un paciente no controla la mente, los médicos no pueden dar como bueno un consentimiento que dicen informado, para someterle a un tratamiento fuera de lo habitual.  

     4.- Pero, contradiciéndose escandalosamente, también dice: “como el paciente por su forma de ser debió requerir todo tipo de información, se presupone que le dieron todo tipo de explicaciones sobre los riesgos aunque no especificaran cuales”. 

       Y esto a pesar de que el doctor Rubio en su testimonio durante el juicio, declarara  que “no le avisaron porque, de avisar nadie se lo haría”. Contradecir al acusado en su declaración durante el juicio, es otra cuestión que también le podría haber costado al juez una buena sanción o incluso la retirada de su función de juzgador.

     Para terminar aquí con algunos de los párrafos de la sentencia dictada por el juez Assalit Vives (para saber todas las barbaridades dichas en la sentencia es necesario leerla completa), haré alusión a uno de los párrafos que más indignación, rabia y tristeza a la vez, me han producido. El juez Assalit Vives dice: “El paciente se recuperaba tanto con el corticoide que podía dejar el centro médico y hacer una vida prácticamente normal”.

     Mi hijo, como ya he avanzado, no solamente salió la primera vez del Hospital de Mar (centro médico) condenado a muerte, sino que salió con una demencia senil y un estado físico que le convirtió en un gran dependiente: necesitó atención las veinticuatro horas del día, no podía hacer nada por sí mismo, se le tenía que medicar, lavar, vestir, atenderle en sus necesidades más intimas lo que cuando él se daba cuenta le entristecía mucho; tenía el cuerpo lleno de esguinces, lo que le causaban un gran dolor; los huesos se le fueron descalcificando, llegando, a veces, a tener que utilizar las silla de ruedas porque no se tenía en pié; y tantos y tantos sufrimientos por los que tuvo que pasar.

     Cuando mi hijo salía del Hospital del Mar que durante el tiempo en que impensable vivió (fueron entradas y salidas repetidas), cuando él no estaba ingresado, los médicos venían a visitarle en casa, nunca dejó de estar atendido por  los médicos,  pues se estaba pendiente siempre de cuándo llegaría a su trágico final, puesto que mi hijo ya no tenía ninguna salida. Sólo nos quedaba eso, esperar... Pero lo que era terrible en la situación de mi hijo, terrible añadido, era que no lo dejaron deficiente del todo, la demencia le procuraba momentos de lucidez que hacía más dramática su situación, pues cuando parecía que era el Arturo que siempre había sido, coherente en su conversación, hablando de las cosas de siempre, de la música, incluso a veces me preguntaba por los negocios y me decía las ganas que tenia de ponerse bien para ayudarme, que “le hacía padecer el no poderme ayudar”, y que parecía que podía recuperase, como creía mi pobre madre, en medio de todas estas situaciones que parecían, como digo que mi hijo se podía recuperar, se olvidaba de dónde estaba, preguntaba qué era lo que hacíamos en el lugar donde nos encontráramos y los dolores se le agudizaban tanto que tenía que acostarse y arrancaba a llorar preguntándose siempre el porqué de su situación. Un chico tan fuerte, inteligente, verlo de aquella manera, no solamente nos rompía el alma a nosotros sino a muchas de las personas que le venían  a visitar que salían de su habitación con los ojos llenos de lágrimas. Ya he comentado que muchas de estas personas, incluidos médicos, decían que “si aquello se lo hubieran hecho a un hijo suyo estos dos hijos de puta ya no estarían en este mundo”.

     Mi hijo vivió un infierno hasta su muerte, y el juez Assalit Vives tiene el gran cinismo y la poca vergüenza de decir que mi hijo “pudo dejar el centro médico y hacer una vida prácticamente normal”.

     En favor del juez Assalit tengo que decir que él reconoció el daño causado por los acusados, pero no le perdono que diga que la actuación de los médicos “no  merece el  reproche penal”. Engañan a mi hijo, le estafan, le condenan a muerte sin avisarle del peligro que corría, muere víctima de las “bromas de los rayos”, aplicados por “el ojo clínico”, vive un infierno hasta su muerte, y…, ¿no merece el reproche penal?

     La sentencia, lógicamente es recurrida ante la Audiencia Provincial de Cataluña. Entretanto espero la nueva sentencia, vuelvo a leer y releo la sentencia motivo de recurso, y me decido a presentar una querella contra el juez Assalit Vives por prevaricación, violación de la ley de Sanidad y violación del Artículo 15 de nuestra Constitución.

     Si bien hay voces entendidas – de la propia judicatura -, que me dicen que no presente esta querella porque a partir del momento que presente una querella contra un juez, lo voy a tener todo perdido por más razón que tenga, sin hacer casos de estas voces, presento la querella.

     Por lógica, primero tenía que recibir la sentencia al Recurso, pero no: a vuelta de correo como aquel que dice, primero recibo la desestimación de la querella contra el juez Assalit. Según el Fiscal Jefe, en aquel momento José María Mena: “La sentencia que se pretende prevaricadora es de una pulcritud extrema”. ¿…? Al poco viene la sentencia al Recurso echando más leña al fuego.

     Los Magistrados Jesús María Barrientos Pacho, Fernando Valle Esqués y María Pilar Pérez de Rueda, haciéndome recordar una vez más a los experimentadores nazis, a pesar de reconocer que el deber de informar es una obligación inexcusable que tiene el médico con su paciente, dicen algo tan aberrante como: “No podemos exigir a los facultativos una información que más allá de los riesgos típicos. Es evidente que no puede exigirse una información sobre la fatalidad ocurrida, entre otras cosas, porque no resulta previsible y, porque de ser precisa tan exhaustiva información, la negativa sería segura en toda operación quirúrgica”. También dice: “Además, la negligencia podría estar en la administración de la terapia y no en una más o menos correcta información”.

     Aquí cabe preguntar: ¿en un tratamiento a base de rayos gamma - radiaciones ionizantes -, cuál puede ser el riesgo típico? No lo sabemos. ¿Es legal aplicar tratamientos que no sabes en lo que van a resultar cuando uno no se ha prestado a ser un animal de laboratorio?  Está prohibido utilizar seres humanos para la investigación sin su consentimiento, y mi hijo no dio su consentimiento para eso. Luego dicen que la “negligencia podría estar en la administración de la terapia”… Pregunto: ¿A qué juegan estos jueces, a qué juegan con la vida humana? ¿Cómo pueden burlarse de esta manera de la gente, tratándola, además, como si fuera, como si fuéramos todos imbéciles? Como se puede comprender, la indignación va en aumento, y me preparo para lo que tuviera que venir, que se preveía largo.

     Y AQUÍ EMPIEZA  LA VERDADERA CARRERA EN BUSCA  
     DE JUSTICIA QUE SE CONVERTIRÁ EN UNA LUCHA 
     CONTRA EL SISTEMA JUDICIAL

     Ante sentencias tan aberrantes, recurrimos al Tribunal Constitucional. Viene desestimado. No pudiendo creer lo que estaba pasando, solicito una entrevista con el Presidente del Tribunal, en aquel entonces Rodrigo Bereijo. Mi petición se hace de una forma un tanto especial: delante del Constitucional, apostada con una gran camioneta llena de carteles de denuncia. Al día siguiente de estar apostada, me recibe el Presidente. Me acompaña Carmen Flores. Me dice que “el caso de mi hijo es lo peor que ha oído nunca”. También se entristece por el caso del hijo de Carmen Flores, víctima de una terrible negligencia médica como se verá en los libros adjuntos.

     El Presidente me dice que el caso de mi hijo es lo peor que ha oído nunca, pero no es que no quieran hacer nada en este caso, es que no pueden. Ellos, nos dice – los del Constitucional -, pueden intervenir cuando no se ha tenido acceso a un juicio justo, otra cosa muy distinta era la sentencia. Yo pude presentar todas las pruebas y testigos que consideré, dispuse de todo el tiempo que también necesité… Otra cosa era la sentencia que, el mismo Presidente consideró injusta. La entrevista fue larga y llena de comprensión por parte del Presidente, quien me dijo que si él hubiera estado allí, hubiera sido todo muy distinto. También me dijo que tenía que haber denunciado a los Magistrados de la Audiencia “quienes tenían el deber de hacer las cosas bien”. Me aconsejó que recurriéramos al Consejo General del Poder Judicial, quienes estaban obligados a revisar las sentencias. Le regalé un ejemplar del primer libro que había escrito sobre la muerte de mi hijo, titulado: “Arturo mi querido hijo”, pues demostró un gran interés cuando se lo enseñé. Me prometió que lo leería con mucho interés dedicándole un lugar especial en su biblioteca. Se lo agradecí. Le hicimos caso y nos dirigimos al C.G.P.J.      


    ENTREVISTA CON EL MAGISTRADO VOCAL ENCARGADO
    DE LA INSPECCIÓN DE LOS TRIBUNALES DEL C.G.P.J.
    D. RAMÓN SÁEZ

     Aquí si ruego, (bueno, como en todo), una especial atención

     Apostamos la camioneta justo al lado del Consejo. Misma camioneta, mismos carteles. Solicitamos una entrevista con el señor Presidente. Un poco prepotentes, nos tienen ocho días esperando delante de la puerta. Una gran expectación. Explicado con detalle en los libros. Me compaña Carmen Flores

     Nos recibe el señor Ramón Sáez. Casi una hora y media de entrevista. Como todos, se queda impactado por el caso de mi hijo, pero me dice, sin titubear: “Tiene usted toda la razón señora Ferragut, pero no sea usted tozuda y vaya por la vía civil, que la tiene ganada”.

      Ante este consejo, le digo al señor Sáez que esto ya lo sabía (con los ofrecimientos de todo tipo que habíamos tenido mi abogado y yo, la vía civil estaba ganada, o eso creíamos). Pero le dije que, primero tenía que terminar con la vis penal, porque lo de mi hijo era un crimen y como tal debía de ser juzgado y condenado. Le dije que si no conseguía la condena por la vía penal en mi país, recurriría el Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo. Nos dijo que “no conseguiríamos nada”. Muchas veces me he preguntado: ¿cómo lo sabía puesto que así fue? Pero sigamos con la entrevista.

     Insistiendo tanto en que fuera por la vía civil, le contesté que ya iría si no ganaba la penal, porque no iba a dejar ninguna vía que les pudiera condenar de una u otra forma. Y si me veía obligada a ir por esa vía, como que no hay dinero en el mundo para pagar una vida, pero hay que pedir dinero, pues llegué a la conclusión que pediría mil millones de las antiguas pesetas, ni uno más ni uno menos y, si el juez consideraba que me los tenían que dar, irían a parar a una ONG, porque de ese dinero para mí, no quería nada. Entonces todavía tenía mucho dinero, pero aún que no hubiera tenido, hubiera hecho lo mismo. Mi hijo estaba muerto y los muertos no necesitan nada. Esto de la ONG, mi abogado tenía que ponerlo en la demanda cuando recurrimos a lo civil, no lo consideró oportuno y hubo todo tipo de críticas por parte de los acusados y sus abogados que me tacharon de, yo que sé cuántas cosas.

     Esto es muy importante tenerlo en consideración, señores nuevos políticos, porque está dentro del nivel Judicial a lo que ustedes anuncian un cambio de sistema. A raíz de nuestra insistencia en que la sentencia, en este caso la del juez Assalit Vives – la que condicionó a todas las demás, o contaminó, como se dice en términos judiciales -, el señor Sáez nos dijo que: “Los jueces no quieren ir en contra de sus compañeros cuando éstos son denunciados”. Esto me indignó y le llame la atención diciéndole que, si esto tenía que ser así, que las leyes que condenan a los jueces no se cumplen porque los jueces no quieren en contra de sus compañero, más valía que las quitaran y así no engañarían a la gente y ésta sabría a qué atenerse, no perdería tiempo ni dinero y podría ir por otro camino, quizás no el más adecuado, pero si no nos dejaban otro camino…. El señor Sáez, tenía trabajo en decirme: “¡Cálmese señora Ferrgut! ¡Cálmese!”. Pero ¿cómo iba a calmarme si me estaba diciendo que las leyes no servían para nada, que eran como una tomadura de pelo? Bien, al final nos dijo que intentaría lo que pudiera y yo me despedí más que indignada. Carmen se quedó hablando con él. Carmen le dijo: “¿Ha visto como se ha ido? Se puede esperar de todo”. El señor Sáez, dijo que lo comprendía. Repitió que haría todo lo que le fuera posible.

     Al salir del Consejo, llamé por teléfono a mi abogado que se encontraba en Barcelona esperando el resultado de la entrevista. Le dije que ya podía presentar el Recurso de Amparo ante el Tribunal de Estrasburgo y tramitar la demanda civil, y que sobre todo pidiera los mil millones, convencida yo, que esta cantidad no sería aceptada pero tenía que pedirla; tristemente los muertos después de que los han matado, no valen nada, lo que, lógicamente, no podemos seguir permitiendo, ni mucho menos la burla cruel que ello significa Al mismo tiempo que recurrimos a Estrasburgo, tuvimos que presentar la demanda civil, porque esperando el resultado de Estrasburgo, nos podía prescribir la vía civil. Es evidente que el cambio del sistema judicial para la gente de a pie es necesario reformarlo con carácter urgente.

     Al cabo de unos días, recibimos escrito del Consejo desestiman mi petición de revisar la sentencia dictada por el juez Assalit Vives. Como si fuera un “sainete”, me dicen que,  “si no estoy conforme puedo recurrir al Tribunal Supremo”. Pregunto: ¿Qué me van a decir en el Tribunal Supremo si el Presidente del Supremo es el mismo Presidente del Consejo General del Poder Judicial? ¿Voy a recurrir perdiendo más tiempo y dinero? ¡No¡ Pero pensándolo bien, y por lo que me dijo un abogado amigo mío que estaba en la lucha contra el sistema judicial, para que nunca me pudieran decir que si hubiera recurrido a lo mejor, según quien hubiera atendido, el caso se hubiera ganado, presenté un contencioso contra el Consejo. Lo esperado: Vino desestimado.


     El día 3 de noviembre de 1998. El Recurso de Ampara ante el Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo, ya se había presentado anteriormente de hablar con el señor Sáez, hecho del cual yo ya no me acordaba o mi abogado, por no perder tiempo ya lo había hecho porque, según él podría prescribir. Viene desestimado el día 14 de junio del año 2000 debido a ciertos Acuerdos Internacionales.

     Anteriormente, como se podrá ver en el libro “Arturo”, ya se había presentado otro recurso ante este Tribunal (vía Penal), escrito con fecha 28/8/1999, aportando 1500 firmas de apoyo, con el apoyo también de la “CORDINADORA CONTRA LOS ABUSOS DE PODER, ASOCIACIÓN CONTRA EL ABUSO DE PODER JUDICIAL Y LA ASOCIACIÓN EL DEFENSOR DEL PACIENTE. Envío mi protesta que en este caso se queda sin contestar.  Aunque es interesante leer el escrito que envían a mi abogado en esta ocasión en el cual, al parecer,  no se han enterado de nada a parte de tirar contra mí de forma incomprensible. Incluso me recriminan que el informa que les envié del Hospital Noruego de Radio en el que nos dicen que “no hay nada escrito que avale este tipo de tratamiento para tratar problemas psicológicos” –  radiaciones ionizantes -, no lo entregara al juez en lugar de entregarlo a ellos. Si se recurrió a “ellos”, se supone que fue porque el juez hizo caso omiso de todo. Pero…

     Ante tanta incredulidad, envío Recurso de Amparo ante el Tribunal de los Derechos Civiles y Políticos de la ONU. Solidarizándose conmigo, me dicen, que no pueden atenderme por, según dicen, también, por los “Acuerdos Internacionales”. Todo detallado en los libros adjuntos.


     Presentación del libro, “Arturo”, subtitulado “Una muerte en manos de los médicos Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García”.      

     El día 2 de junio de 2003, en que estábamos presentando el libro, recibimos la sentencia a la demanda vía civil, después de pasados CUATRO AÑOS de haberla presentado: CUATRO. Pero este libro tiene una pequeña historia que me hubiera podido costar cara dentro de la ley. Como que los médicos Guix y Rubio se había querellado contra mí por mis campañas de información y denuncia (carteles llamándoles NAZIS, ASESINOS…), aunque les costó denunciarme porque sus abogados les aconsejaban que no le dieran importancia, porque yo ya me cansaría y, que si hacían algo sería peor para ellos porque le iba a dar más publicad; al ver que yo no paraba, y como que quien paga manda, al final, se decidieron. Solicitaron 50 millones de pesetas de indemnización, 6 millones de multa y un año de cárcel. La cárcel no prosperó, los cincuenta millones a través de recurso, quedo reducido al final a cinco millones, que no han cobrado ni cobrarán. Sobre la multa, la jueza me ofreció una alternativa: si prometía dejar a los médicos en paz, es decir, que no hiciera ninguna campaña más en su contra, “me retiraría la multa”. Sabiendo yo que no iba a cumplirlo, le dije que sí, que accedía a su petición, y la multa de seis millones fue retirada: ¿Por qué la jueza no hizo nada contra mí cuando en este caso hubiera tenido toda la razón? ¿Se lo tendría que agradecer?... Yo he seguido siempre con mis campañas, no voy a permitir de ninguna de las maneras que la muerte de mi hijo caiga en el olvido, y quienes le mataron, tampoco.

     Sobre los mil millones que se solicitaron en la demanda civil, he de decir que me fueron admitidos. Cosa que nos dejó estupefactos a mi abogado y a mí; no es normal, o no era normal entonces, que los jueces aceptaran estas cantidades y menos por una muerte. Cuando la DEXEUS y los médicos se enteraron de que me había sido concedida esta cantidad, presentaron una queja, pero el juez que le tocó decidir sobre esta cuestión, siguió dándome la razón y desestimó su queja. Bueno, también se lo tengo que agradecer a este hombre, que debía de penar: “¡Pobre mujer! ¡Si ya lo ha perdido todo!”, que es lo que ha dicho algún que otro juez, buena persona, que ya sabemos que los hay, pocos, pero los hay. Pero…


     LA DEMANDA CIVIL LA QUE ESTABA  GANADA
     DE ANTEMANO

     La sentencia dictada por el juez José Manuel Martínez Borrego Borrego, resulta un cúmulo de “errores judiciales”. La demanda civil, sigue un proceso distinto al de la vía penal, es como si el proceso empezara de nuevo. El juez no puede utilizar nada de lo que se ha presentado en  la vía penal. Pues bien:

     1.-  El juez utiliza los informes de los peritos de parte de los acusados dándoles total credibilidad y dejando a mi abogado en una total indefensión.

     2.- Utiliza lo negativo de la sentencia dictada por el juez Assalit Vives en la vía penal, pero no lo poco positivo y sumamente interesante. Por ejemplo, insiste en que mi hijo fue avisado del riesgo que corría. Dice: “Como el paciente era una persona independiente que sabia escuchar a unos y a otros para sacar luego sus propias conclusiones, se sobreentiende que le avisaron del riesgo y él lo aceptó”, señalando, eso si, que no especificaron cuales eran los riesgos, y, empezando a tirar contra la “radiofrecuencia” que terminaría siendo la culpable de la muerte de Arturo, según este juez. Utiliza los informes de peritos pagados por los acusados y obvia escandalosamente todos los informes y declaraciones de los médicos que descubrieron la “lesión cerebral por radionecrosis diferida profunda e inoperable”.

     3.- Sin embargo, obvia de la sentencia dictada por el juez Assalit, cuando reconoce que la “radiofrecuencia” fue muy beneficiosa para Arturo, aceptando que obtuvo una gran mejora, y culpa de la muerte de mi hijo a la radiación. Esto, lo obvia totalmente. No deja de ser llamativo.

     4.- Para no ir alargando y alargando este escrito, terminaré el comentario a esta sentencia – que ya está recogido en los libros adjunto a través del escrito que envió mi abogado al Tribunal Supremo en forma de Recurso ante tan, una vez más, aberrante sentencia -, explicando un hecho que también resulta sumamente llamativo. A mi abogado le pareció interesante entregar al juez, para que la visionara y como una prueba más, una copia de la película que la FORTA realizó en forma de denuncia sobre la muerte de mi hijo. Ya he comentado más de una vez que, no ajustándose totalmente a la realidad - no es una biografía de la vida de mi hijo -, sí denuncia claramente el engaño del cual fue víctima y claramente el motivo de la muerte dándole total credibilidad a lo sucedido y denunciado. Lo normal y lógico hubiera sido que el juez la visionara y fuera él, quien decidiera si la aceptaba como prueba o no. Pues no! Sin verla siquiera, algo que mi abogado le reprocharía, pregunta a la parte contraria “si les parece bien que la película sea aceptada como prueba o no”. ¿Preguntar a la parte contraria si acepta una prueba que les pueda incriminar?  Pero, ¿qué tipo de juicio es este? ¿Qué va a contestar la parte contraria? Qué no!, como era lógico. Estos jueces siempre tomándonos por idiotas. Le regalé un libro a este juez, con una tarjeta que decía: “lamento mucho que usted haya tomado con tanta frivolidad la muerte de mi hijo”. El libro, según me comentaron gente de su departamento, le sentó muy mal, lógico, pero curiosamente, lo dejó en una de las estanterías del juzgado, estando a disposición de todos. ¡…!

     Bien: se recurre la sentencia nuevamente ante la Audiencia Provincial de Barcelona que recae a la Sala 14 de lo Civil, presidida por la jueza, Dña. María Eugenia Alegret Burgues. Me dijeron que había tenido mucha suerte porque la señora Alegret era una jueza muy justa. Esto de los jueces justos, pudiendo hacer en cada juicio lo que les da la gana, no sé qué significa ser justo, a no ser que se ajusten totalmente a lo que la ley manda.

     Diré, en primer lugar, que si la señora Alegret Burgues hubiera sido una persona justa, honesta, debería de haber recusado juzgar este caso por la proximidad que tenia, o tiene, con la familia del doctor Guix. Las hijas del doctor Guix y los hijos de la señora Alegret fueron a la misma escuela hasta el año 2004 en que la señora Alegret dictó sentencia. Aquí, ella ya cometió el primer fallo.

     La sentencia de la señora Alegret, lo único que hace es dar soporte a la sentencia dictada por el juez Martínez Borrego, pero añadiendo más mentiras si cabe, y recurriendo, una y otra vez, en lo de, “se presupone”. Se sabe, que repetidamente se han condenado médicos por no dar la información correcta al paciente, incluso, cuando no ha existido malpraxis, pero a estos jueces, les da lo mismo que le alertaran o no, porque ellos, ya presuponen lo que les da la gana (prevaricación pura y dura). 

     Poco o casi nada voy a decir de la sentencia dictada por la señora Alegret, porque es ir repitiendo siempre lo mismo, si acaso insistir en el, se presupone. Dice: “Se presupone el consentimiento informado en el riesgo leve cuando se da en el grave”. Para esta jueza, el riesgo leve es la “radiación”, a pesar de que está más que demostrado que la radiación mató a mi hijo, y el riesgo leve es la “radiofrecuencia”, que según ella, es la que, en realidad, le mató. Incluso contradice la versión del juez Assalit Vivea, quien tiene que reconocer que el daño que le causó la muerte fue la radiación. Contradicción sobre contradicción y llena de muy mala fe. Ignorancia y mala fe, es la combinación que se necesita para acusar a un juez de prevaricador, y más ignorancia y mala fe que en el caso de mi hijo, ya es imposible.

     Primero, demuestra una gran ignorancia sobre las radiaciones ionizantes. Se ve que ni siquiera se enteró de los muertos habidos en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza por radionecrosis cuando se estaban tratando de cáncer, lo que llevó a que, el Tribunal Europeo de Justicia, condenara a España por no cumplir con las normas que exige su aplicación. Por otra parte, haciendo el papel de “vidente” (a lo que son tan aficionados los jueces), pero de una muy mala vidente, pues se inventa y da por hecho, que mi hijo mientras firmaba el “consentimiento” sobre la radiación, ya debía estar pasando por su cabeza el tema de la radiofrecuencia… No sé, todo muy rebuscado y enmarañado.  Pero, ella sabía muy bien, que mi hijo no firmó ningún consentimiento informado de riesgo, ni leve ni grave. No tiene ningún consentimiento informado que así lo diga; invención más sucia por parte de la señora Alegret, ya es imposible. Como ya he explicado en multitud de escritos, mi hijo nunca firmó un consentimiento informado ni de riesgo  leve ni de riesgo grave. Y aunque así hubiera sido, nunca un juez puede aceptar que para solucionar un problema psicológico “rustan”, “achicharren”, como lo calificó la señora Fiscal, el cerebro sano de una persona totalmente sana, sea joven o vieja, da lo mismo. Dice: “se presupone”: en los juicios no vale el presuponer; yo puedo presuponer lo que me de la gana, pero en los juicios lo que valen son las pruebas, y éstas, sin duda alguna, constataban que mi hijo fue engañado y condenado a muerte sin dejarle ni la más mínima posibilidad de esperanza de vida, y esto, debido a un exceso de radiación que de forma brutal y criminal le aplicaron en su cerebro los malditos médicos Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García Y, esta señora jueza, tan justa para algunos, con una sentencia llena de falsedades, de ignorancia sobre la  radiación, sobre el Código Deontológico Médico y sobre la Constitución, deja impunes a unos peligrosos sociales, como les han llamado muchos, que han seguido causando daños irreparables y muerte a otros pacientes. 

¿Cómo hubiera sido su sentencia si el muerto en unas circunstancias como las de mi hijo, hubiera sido unos de sus hijos?

     En su sentencia, la señora Alegret dice: “Nada puede consolar a una madre de la muerte de un hijo, ni una resolución judicial”. Es la única verdad que dice: nada puede consolar a una madre de la muerte de un hijo, porque nadie le puede devolver la vida y el dolor que causa su ausencia es inconsolable. Pero una sentencia justa, sin mentiras, sin violaciones de la ley, sin violación de la vida, dejaría descansar, dejaría de retorcerse, el puñal que se lleva clavado en el corazón y que no puede arrancarse nunca por más que lo intentes.

     Saben, una cosa es que un hijo muera por causas a las que todos podemos estar expuestos, como una enfermedad incurable, y que a pesar de haber hecho todo lo posible para salvarle la vida, haya sido imposible. Y otra cosa muy distinta, es que te lo maten. De las personas malas que hay en el mundo, las peores son los médicos que causan estos horrores, porque encima se ríen, se burlan de las víctimas y no les importa el dolor y el hundimiento a que abocan a las familias. Pero, todo y así, peores son los jueces que apoyan estas actuaciones y permiten que este tipo de médicos sigan ejerciendo con tanta maldad encima. Solamente sabe lo que significa una “negligencia médica”, mejor dicho, “una actuación criminal médica”, quien la padece. Es lo peor de lo peor, no lo duden.

     Bien: la sentencia es recurrida ante el Tribunal Supremo. Pierdo, y encima me condenan en costas. Nadie puede entenderlo ni nadie podrá entender nunca los motivos que han llevado a los jueces a actuar de tal manera. Muchos son los que se preguntan: ¿qué es lo que deben los jueces a estos médicos y a esta clínica para que sentencia tras sentencia no los condenen teniendo todas las pruebas en la mano? Quizás algún día lo podamos descubrir. Los médicos no pudieron cobrar porque en esta vía me concedieron la justicia gratuita. Una de las pocas cosas buenas que conseguí. Pero tampoco hubieran podido cobrar en el caso de no tener la justicia gratuita, porque ya estaba arruinada.

     Mi abogado, actuando como amigo, e indignado ante tanta injusticia e indefensión, me hace caso en mi petición y presentamos una querella contra el juez Martínez Borrego y la jueza María Eugenia Alegret Burgues. El Supremo, en lugar de revisar las sentencias y valorar los errores y violaciones de la ley que contienen, nos intentan amenazar a mi abogado y a mí, diciéndonos que “Valoremos nuestras actuaciones de querellarnos contra los jueces sin pruebas como último recuso porque con nuestras actuaciones podemos incurrir en el fraude de la ley”. Les contesto que, aquí, los únicos que incurren en el fraude a la ley, son ellos. Cómo mi abogado les escribe digamos “afeando” su conducta, pues no pueden “amenazarnos” por utilizar la ley que nos ampara, le contestan con una especie de “disculpas”; a mí, no! Presentamos nuevamente Recurso de Amparo ante el Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo.

     En esta ocasión, estaba ganado, seguro!!! Pero…, ante la incredulidad de medio mundo sino del mundo entero que estaba esperando esta resolución, una vez más, pues, no!!!

     Desde este Tribunal, recibimos, como verán en los informes adjuntos, un tipo de folleto impreso - ya los tienen preparados, sólo les falta poner el nombre y el número del recurso -, donde, a través de unos artículos que como verán no dicen nada en concreto, eso sí, enmarañados con el tema de los acuerdos Internacionales, que no soluciona el terrible asesinato de mi hijo con el agravante que te dicen que “no preguntes porque ha sido revisado por un solo juez porque no te van a contestar”. Mi caso de una gravedad extrema, bien, más grave que la muerte ya no hay nada más, es revisado por un solo juez y con un traductor que la mayoría de las veces no se entera de nada y menos en los tema médicos, y ¿ni siquiera puedo hacer ni una sola pregunta?

     Pero, hay más: Carmen Flores, como saben, Presidenta de la Asociación “El Defensor del Paciente”, cuyo hijo fue víctima de una horrible negligencia médica que, primero, lo dejó tetrapléjico y después le causó la muerte, si bien al cabo de los años ganó el juicio, fue tan vergonzosa la condena que se vio obligada, para reparar un poco, sólo un poco, la dignidad de su hijo, a recurrir a este Alto Tribunal. La jueza Inés Huerta Garicano, mujer sin sentimientos humanos, considera que una vida llena de sufrimientos atroces que le llevaron a una muerte cruel en plena juventud, vale 12 mil euros (dos millones de las antiguas pesetas). Pues bien, Carmen recibe de este Alto Tribunal, un impreso exactamente como el mío. Es decir: dos procesos distintos, misma resolución a través de un folleto impreso. Y sin dar opción a que preguntes nada, porque ya te advierten de antemano que no te van a responder. Esta es la gran “Justicia” que tenemos, según el juez que te toca, y así termina un proceso de años y años quedando impune uno de los mayores escándalos en temas de negligencias médicas, en este caso, de crimen médico.

     Yo, fui nuevamente condenada por llamar nazis, entre otros, en mi página web a los médicos que mataron a mi hijo. Los jueces, tan protectores de estos médicos y clínica, me reprochan que utilice estos calificativos. Según ellos, con mi mala fe, quiero “menoscabar la honorabilidad de los médicos”, que, según ellos, “recordando una época negra de la Historia que todos quisiéramos olvidar”. Yo no me quedo callada, y les digo que, aquí, los únicos que recuerdan esa época negra de las Historia, son ellos que,  con sus resoluciones permiten que gente que se cree con el poder de decidir sobre nuestra vida – lo mismo que hacían los experimentadores nazis - permiten que sigan actuando como en aquella época con sus experimentos crueles, que es lo que hicieron con mi hijo.. Así que no me venga a culpar a mí del recuerdo de aquella época negra de la Historia. 

    PETICIÓN

     Cómo se comprenderá, yo no voy a permitir que la atroz muerte de mi hijo quede en la impunidad sin luchar contra este deleznable crimen ¿Cómo voy a conseguirlo si ya está todo terminado? La verdad es que no lo sé. Pero sí sé que mientras me quede un hálito de vida, lucharé por ello.

    ¿Cuál es la petición que les hago a ustedes, los políticos, para luchar contra la injusticia y el abuso de poder judicial que permite que queden impunes estas terribles muertes? En primer lugar, algo tan sencillo como que se apliquen las leyes que tenemos en nuestro Código Penal, Civil y la Constitución, en definitiva: todas aquellas leyes que protegen nuestros derechos, nuestra salud y nuestra vida, y que condenan a todos aquellos que las violan flagrante y gratuitamente.

     En un país democrático, como el nuestro, puede parecer que esto ya es una cosa instituida y que no cabria su reclamación, pero ustedes saben que no es así. La violación a los derechos humanos se repite constantemente, y en los casos de negligencias médicas, las víctima sufren la violación médica y la judicial. Doblemente machacadas.

     Cuando se habla de los jueces, de sentencias injustas, nadie puede imaginar la maldad que encierra algunas de estas sentencias, y menos puede imaginar que los jueces se inventen hechos no ocurridos para defender a quien a ellos les pueda interesar como ha quedado reflejado muy claramente en el caso de mi hijo.

     Como ya he explicado, uno de los escollos que se han encontrado todas aquellas personas, políticos, que me han querido ayudar, ha sido el sistema judicial. Parece que los jueces fueran intocables cuando son funcionarios del Estado, cobran de nuestros impuestos y tienen la obligación de cumplir con las leyes establecidas, Ahora bien ¿por qué  actúan así? Porque hay gente muy variopinta que ejerce de juez: algunas con problemas de alcohol; otras con gran incapacitad para ejercer de juez; y otras, muy malas personas por su propia naturaleza. Y cuando en los juicios aplastan los derechos de las personas, nadie les dice nada. NADIE, y ellos siguen…

     Sabemos que en los juicios unos ganan y otros pierden: No todos podemos tener la razón, y puede ser, incluso, que los jueces no tengan todas las prueban necesarias para poder dictar una sentencia justa. Incluso se pueden encontrar con que los abogados defensores de la víctima no hayan sabido defender la causa debidamente. He asistido a juicios en que por más que el juez hubiera querido dar la razón a la víctima, por la mala actuación del abogado defensor, le ha sido imposible. Pero hablamos de los casos claros, de los que están a la vista de todos, y de los que la ley ampara abiertamente a las víctimas sin artículos de los llamados interpretativos. Artículos de la ley que deberían de ser anulados porque una ley con artículos “interpretativos” es una mala ley, y esto permite que jueces que no deberían de tener la titularidad para poder juzgar, hagan lo que les da la gana, siempre y cuando les interese. 

     Hace unos días, la Asociación Campoamor del OBSERVATORIO de la violencia de género, ha solicitado la suspensión de la juez que estaba juzgando un caso de violación de una mujer por la forma humillante de interrogarla.

     Me permito hacer un mínimo recordatorio de sentencias escandalosa que han sido escogidas en un librito adjunto cuando llevamos a cabo una recogida de firmas contra el sistema judicial que permite la actuación de jueces que deberían ser apartados para siempre de la carrera judicial. Si bien estas sentencias son de años pasados, lo grave es que estos jueces han seguido ejerciendo con total impunidad como tantos otros del mismo calibre.

     1.- A un joven le extirpan un testículo por un error reconocido en primera instancia La parte contraria recurre, y en segunda instancia pierde. Pierde y encima de perder el testículo por una negligencia reconocida, le obligan a pagar siete millones de pesetas de multa. Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de Madrid.

     2.- No se consideró vulnerable una niña de 13 años porque el violador “usó la pistola pero no la disparó”. Audiencia Provincial de Barcelona.

     3.- Violación de una niña de diez años sordomuda. Le rebajan la pena al violador porque “éste no entendía el lenguaje de los signos en que la niña le decía que no quería ser violada”. Audiencia Provincial de Barcelona.

     4.- Un juez mata a su mujer y no entra en prisión. El Magistrado-Juez, Jesús Ángel Guijarro, en una discusión con su esposa – en Nochebuena y delante de sus hijos y suegros, como dice la sentencia -, le da un fuerte golpe resultando la mujer muerta. En un principio se consideró un accidente, pero a través de una acción violenta por parte del padre de la mujer – le da con un hacha en la cabeza, siempre según la sentencia, y entonces se reabre el caso. El juez fue condenado por un delito de imprudencia temeraria con resultado de muerte y por malos tratos a un año de prisión menor y 15 días de arresto mayor. Evidentemente el juez no entró en prisión, porque no tenía antecedentes. Fue trasladado a la Audiencia Provincial de Madrid, lo que en su situación vino a ser un ascenso.

     5.- Una sentencia no considera delito la agresión sexual de un policía porque “no logró el resultado apetecido”. Audiencia Provincial de Málaga.

     6.- Cárcel por robar un salchichón. La Audiencia de Valencia condenó a dos jóvenes a 1 año y 10 meses de cárcel por robar un salchichón. El Tribunal Supremo confirmó la pena alabando el buen juicio del tribunal valenciano.

     7.- Tetrapléjico y ciego por una operación de fimosis. Un niño de cuatro años ingresó en el hospital totalmente sano para ser operado de una fimosis. Salió del hospital ciego y tetrapléjico. La jueza exculpó al médico que le anestesió, “porque no existía relación entre  la actuación del médico y la situación del menor”. A los seis meses de la intervención del menor, el mismo médico anestesista dejó en estado de coma a otro paciente que ni siquiera pudo llegar a ser operado.

     Y para terminar por ahora, ya que la lista se haría interminable hasta nuestros días, pues un día sí y otro también las sentencias bárbaras están a la vista de todos, terminaré con una sentencia que también clama al cielo.

     8,- Rebajan a la mitad la condena a un violador porque ofreció un vaso de agua a la víctima después de eyacular en su boca. En el verano de 2000, la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Pontevedra, compuesta por un tribunal en el que había una mujer: José Juan Ramón Barreiro Prado, Jaime Escaín y Ángela Irene Domínguez-Viquera, juzgaron un delito de violación con agravantes. El fiscal y la acusación particular pedían 15 años de condena por un delito de violación con agravantes. Pero el tribunal condenó al empresario violador a 7 años y medio por un delito de violación sin agravantes. Los magistrados consideraron que, “resultan contrarios a toda conducta particularmente degradante, el retirarla la cinta que cubría la cabeza de la víctima  ante su incapacidad para respirar y el hecho de traerle un vaso de agua cuando la chica, tras la penetración bucal, comenzó a tener arcadas”. Tampoco consideró el tribunal agravante el empleo del cuchillo porque, “el acusado sólo esgrimió el cuchillo para hacer salir a la chica de debajo de la cama y así lograr que, ya acostada, se estuviera quieta”. La víctima declaró que mientras la estaba penetrando bucalmente la pinchaba con el cuchillo en el cuello y le repetía: “Si me muerdes, te mato”. Finalmente, la resolución establecía que “la violencia ejercida por el procesado no revistió el carácter particularmente degradante o vejatorio que exige el Código Penal para agravar la pena”… 

 Bien, si estas sentencia son barbarás o “llamativas” como se les llama en círculos judiciales que causan gran indignación a las víctimas, en los casos de negligencias médicas también hemos de soportar declaraciones, entre otras, como la del Magistrado de la Audiencia Provincial de Murcia, Modesto Montalbán, quien en declaraciones a “Diario Médico” dice: “Quien sufre un verdadero calvario es el médico denunciado por culpa de unos “caprichosos” que ven en las negligencias una forma fácil de enriquecerse”. O cómo el Magistrado del Tribunal Supremo, José Manuel Martínez Pereda, quien cree que “los jueces se ataran los machos y tendrán mucho cuidado para declarar una imprudencia médica-profesional, porque dos años de inhabilitación es como para ir a casa del juez”.

     En cuanto al juez que mata a su mujer y no entra en prisión sino que en su condición es “subido de categoría”, es muy habitual que así actúen, puesto que quienes deciden sobre los jueces, son los propios jueces. En el caso de mi hijo ocurrió algo similar. Después de querellarnos contra el juez José María Assalit Vives, por prevaricación –prevaricación escandalosa y a la vista de todos- , desestiman la querella y le suben de categoría: de Magistrado–juez, del Juzgado de lo Penal número 13 de Barcelona a Magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona. Exactamente lo mismo con la jueza María Eugenia Alegret Burgues, Presidenta del Juzgado de lo Civil número 14. Entretanto preparamos la querella por lo mismo que el juez Assalit, por prevaricación y violación fragrante de la ley, la suben de categoría y pasa a ser Presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. La querella va en contra de la ya Presidenta. Como  he explicado, desde el Supremo nos amenazan a mi abogado y a mí, por querellarnos contra los jueces.

     Todas estas sentencias, entre otras muchas, las encontraran en el librito adjunto, “Plataforma para una justicia justa”. Esta plataforma se formó en su momento para recoger firmas para, eso, solicitar el cambio del “Sistema judicial”. Sería interesante que  ustedes le dedicaran un poco de su valioso tiempo ya que están interesados en el “cambio del sistema judicial”. Nosotros, en poco tiempo, recogimos tres mil firmas y la gente se iba adhiriendo. Pero, desgraciadamente, quienes representábamos la plataforma  éramos víctimas que, entretanto recogíamos las firmas tuvimos que parar,  momentáneamente, unos, porque se les murió su hijo, otros, porque teníamos que ir de juicio en juicio lo que trastocaba nuestra vida y nos hacía difícil poder trabajar serenamente. Nos dimos un respiro que no hemos podido, lamentablemente, recuperar. Quizás ahora…

     Teniendo en cuenta que quienes nos vemos en la triste necesidad de tener que recurrir a la justicia no nos merecemos este tipo de jueces, jueces que más bien parecen locos inquisidores en lugar de personas con capacidad para juzgar honestamente  cumpliendo con la ley, proponemos lo siguiente:

     Primero: Que no olviden que son ustedes los políticos los que aprueban las leyes en el Parlamento, por lo tanto ustedes deben ser garantes de que estas leyes sean cumplidas con rigor y ecuanimidad. No pueden ustedes aprobar unas leyes que se suponen son para defender los derechos de las personas y cuando éstas son violadas por jueces deshonesto o incapacitados, mirar para otro lado.

     Entendemos que ustedes, los políticos, no pueden ejercer de políticos y jueces a la vez. Por ello proponemos la creación de un OBSERVATORIO al estilo del que se ha creado para la violencia de género.

     Me permito, para hablar de este tema, transcribir unos párrafos del librito de la “Plataforma para una Justicia Justa” (página 33):

     <<QUÉ FINES PERSIGUE ESTA PLATAFORMA

     Esta plataforma se ha constituido, en su mayoría, por personas que han sido objeto de negligencias, imprudencias, errores y experimentos médicos, a los cuales han seguido negligencias, errores o partidismos y abusos judiciales que les han negado el derecho a hacer justicia después de haber resultado gravemente lesionados o con familiares muertos.

     Nuestra intención es denunciar ante la sociedad en general, que los jueces no sólo cometen atrocidades en el campo de la violencia de género sino en todos los campos, y exigir a la clase política el control de las sentencias judiciales que violan los derechos de las personas que han sido agredidas de alguna forma.

     Por eso esta plataforma persigue la creación de un organismo oficial  mixto, compuesto por jueces, políticos, civiles y los abogados de las partes, a modo de Jurado Popular, con el fin de revisar y, si es necesario, anular, todas aquellas sentencias tanto penales como civiles y sociales, con evidentes signos de irregularidades y violaciones de las leyes vigentes, así como las actuaciones judiciales arbitrarias o contrarias al derecho constitucional de todo ciudadano a ser escuchado y defendido dentro del marco jurídico y sin dilaciones indebidas.      

     Alguien puede alegar que los ciudadanos tenemos participación en los tribunales a través del jurado popular. Pero no nos engañemos: la institución del jurado popular, tal como funciona en la actualidad, es sólo una artimaña de los gobiernos para hacer creer a los pueblos que éstos tienen poder de decisión, es un intento de mejorar la imagen judicial y mostrar una cara democrática del sistema. En realidad, al jurado popular se le utiliza, o manipula, para juzgarnos entre nosotros: la gente del pueblo contra el pueblo, pero con las leyes escritas y dictadas por los poderosos y bajo los criterios y cánones “morales”, políticos y sociales que ellos nos imponen. Y si no es así, ¿por qué el jurado popular no puede intervenir en los juicios en los que se juzga a los políticos, los propios jueces, los asuntos monetarios, el narcotráfico, el tráfico de armas o los asuntos terroristas, de todos los bandos?

     Sólo en las pocas sentencias que salen en la prensa queda en evidencia la omnipotencia y la impunidad con la que actúan los jueces sin que los estamentos y organismos, teóricamente responsables de “velar por la justicia”: Ministerio Fiscal, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Decanato de los Juzgados e incluso Colegios de abogados, se den por enterados.

     ¿Por qué no se ocupan los “vigilantes de la ley” de que ésta se aplique justamente? ¿Por qué no sancionan e inhabilitan a jueces que realizan mal su trabajo, como se hace con cualquier otro profesional? Está bien claro: porque los jueces son el tercer Poder del Estado y son los representantes y fieles defensores  de los intereses de éste.

     Y es que, no nos engañemos, la justicia, como decía Platón en su diálogo La República, “no es otra cosa que lo que es provechoso al más fuerte”. “Una vez hechas las leyes declaran que la justicia para los gobernados consiste en la observancia de las mismas y se castiga a los que las traspasan como culpables de una acción injusta. En cada Estado la justicia no es más que la utilidad del que tiene la autoridad en sus manos. (…) De donde se sigue, para todo hombre que sabe discurrir, que la justicia y lo que es ventajoso al más fuerte en todas partes y siempre, es una misma cosa”

     Estamos de acuerdo con Platón, pero no perdemos de vista que, a pesar de lo  anticuadas y rígidas que son las leyes, el Estado las ha teñido de de democracia, y la Constitución dice que todos los españoles somos iguales ante la ley. Y ésta es nuestra pretensión: que todos los españoles seamos iguales ante la ley. O sea, los jueces, los médicos, los empresarios, los políticos, los obreros y las mujeres. Que se juzgue con el mismo rigor a quien agrede a una mujer física o moralmente, sea cual sea su condición social y su edad, que a quien agrede a un político, a un empresario o a un juez.

     La Federación de Mujeres Progresistas y otros colectivos de mujeres han conseguido, a fuerza de denunciar y protestar, la creación del “Observatorio contra la violencia doméstica”, en el que participan  el Consejo General del Poder Judicial  y los Ministerios de Justicia, Trabajo y Asuntos Sociales. El “Observatorio” hará un seguimiento de los fallos relacionados con agresiones a mujeres. “No se trata de vulnerar la independencia de los jueces, sino de vigilar las sentencias  y comprobar posibles anomalías”, explicó el portavoz de la Asociación Profesional de la Magistratura, Vicente Magro. Y en declaraciones hechas  en el Periódico, el 14 de mayo de 2002, la presidenta  de la Federación de Mujeres Progresistas (FMP), dice: “Hay sentencias que contradicen la Constitución. Los jueces que las han emitido demuestran su falta de sensibilidad y formación. Deberían ser inhabilitados, al menos para la violencia doméstica”.

     Desde nuestro punto de vista, no se trata de falta de sensibilidad y formación, se trata como ya hemos comentado y creemos  que queda claro con la enumeración de las sentencias de los diferentes ámbitos sociales que hemos expuesto, de ideología y defensa de unos intereses políticos y de interés muy concreto.
     Sin ánimo de polemizar con la presidenta de la FAP, creemos que estos jueces  deberían de ser inhabilitados en todos los casos.

     Tampoco estamos de acuerdo con el portavoz de los profesionales de la Magistratura, cuando dice que “no se trata de vulnerar la independencia de los jueces, sino de vigilar las sentencias y comprobar posibles anomalías”. Si la independencia judicial significa que los jueces pueden decidir sobre la libertad, la vida, el bienestar y la dignidad de algunas personas con total impunidad cuando cometen graves errores, quizás ya es hora de que se empiece a vulnerar, si es necesario, la independencia judicial, se deje de ver a los jueces como seres infalibles, y se les pida responsabilidades sobre su trabajo, se les expediente o se les despida como a cualquier otra persona.>>

          No sé si todo lo expuesto, incluido el texto de la Plataforma, puede ser de interés para ustedes, los nuevos políticos. Yo tengo la esperanza de que sí; ya he comentado, al principio de mi escrito, que tengo la esperanza puesta en ustedes. No ignoro que lo que  solicitamos no sea fácil de poner en marcha. Pero sabemos que las cosas por complicadas que sean, con buena voluntad, con interés político, se pueden convertir en realidad. Y,  lo que solicitamos no es un “capricho”, sino una necesidad incuestionable: Justicia para las víctimas de cualquier tipo de agresión.

     Sin querer alargar ya más este escrito que se haría interminable, sólo rogarles que le dediquen un poco de atención, valoren todo lo que en él se expone, y tengan presente el dolor y la desesperación que se sufre cuando matan a tu hijo gratuitamente y no se encuentra justicia. Si se permite que los jueces sigan violando las leyes y juzgando como les da la gana, tengan presente que en lugar de vivir en una auténtica democracia, seguiremos viviendo bajo la dictadura y el abuso de poder judicial, y no creo que sea tiempo de mantener esta gran injusticia que viola nuestros derechos humanos y, sobre todo, nuestra vida. Sería imprescindible, también, que no se olviden de revisar los acuerdos Internacionales con otros Tribunales, donde, una vez más, y en la mayoría de los casos, también son vulnerados nuestros derechos.

     Dicho todo esto, ruego de nuevo que no se olviden del caso de mi hijo Arturo, aquel bondadoso muchacho que para intentar solucionar un problema psicológico y poder vivir una vida sin preocupación en cuanto a su salud y a su futuro, fue masacrado  primero, por unos malditos médicos, y después por unos malditos jueces tan crueles como los propios médicos. Estos casos de tan gran injusticia, hacen que la víctima indirecta, porque la directa ya está muerta, se plantee más de una vez aquello de “El Ojo por ojo, diente por diente”…

     No dejen de leer, ¡por favor!, el proceso de mi hijo hasta la muerte en los libros que les adjunto; su lucha desesperada, su lucha sobrehumana para intentar salvar una vida que él, ¡pobre hijo mío!, ignoraba que la tenia perdida para siempre a partir del momento en que salió de la famosa Clínica DEXEUS y de las manos de los canallas  llamados médicos Benjamín Guix Melcior y Enrique Rubio García, gente que lleva en  sus espaldas cantidad de víctimas, unas con daños irreparables, otras muertas, pero que al parecer, a nadie le importa… Ni tampoco parece que ni a la misma Hacienda le importe que  esta gente la defraude, cuando tanto persiguen a los defraudadores. Hay quien cree que sólo por no habernos dado el recibo conforme abonamos la radiación ya debían de haberlos condenado. Esta gente está tan protegida por los jueces, que sabe que tienen libertad para matar y robar, enriqueciéndose a costa de la vida humana, sin que vaya a pasarles nada.  Es decir, no sólo sin que los jueces los condenen,  a pesar de que algunos Fiscales sí lo hacen, sino que los jueces condenan, insultan y provocan a las víctimas con sentencias que parecen dictadas más bien por auténticos y malvados, una vez más,  “inquisidores”. 

     Son muchos los amigos y personas conocidas que me dicen que no hace falta que descalifique a los médicos ni a los jueces porque ellos se descalifican a sí mismos. Seguramente tienen razón, pero resulta muy difícil hablar de esta gente sin decir lo que uno verdaderamente siente cuando se sufre tanta injusticia y se siente tanta desesperación.

     Hay una frase de Edmon Locard, médico y criminalista francés, frase que encabeza el que será, si me es posible, mi nuevo libro, que dice: “El tiempo que pasa es la verdad que huye”. Si bien en muchos campos puede parecer, o que es verdad, en el caso de la muerte de un hijo, nada más irreal: el tiempo se queda atrapado ahí, en el momento de su muerte. Y hay casos tan terribles, como desgraciadamente el de mi hijo, en que su mirada, en el momento de su muerte, quedó gravada en mí, y nada puede hacer que se borre de mi mente. Aquella mirada, llena de terror, de sorpresa, de incomprensión, que parecía seguir preguntando aquel tantas veces repetido y que nadie le pudo responder con la verdad, aquel, “¿Por qué, madre, por qué?”.

     Mi hijo era tan buena persona, que un día, oyéndonos hablar de médicos y jueces, me preguntó: “Madre, ¿es que algo de lo que me han hecho no ha salido bien? Si es así, madre, no quiero que les pase nada a los médicos, ¡pobres! Lo habrán hecho sin querer y lo estarán pasando muy mal. Prométeme que no les pasará nada, Prométemelo, madre”. Él no sabía de qué médicos estábamos hablando ni recordaba nada de la Clínica DEXEUS, ni sabía nada del daño tan atroz que le habían provocado, ni de que se estaba muriendo. Él siempre pregunta ante aquel daño que le torturaba y  no cesaba: “¿Es que he tenido un accidente con el coche, con la moto, una caída esquiando?” Pero todo y así, se estaba preocupando por unos médicos que lo podían estar pasando muy mal. Me dijo que “Sería muy triste para un médico que le pasara una cosa así”. Y, ellos, malditos, se rieron y se burlaron de él, de aquel muchacho que sentía compasión por unos médicos que ni recordaba quienes podían ser. ¿Cómo puede pasar el tiempo cuando estás viviendo día a día la tortura que le hicieron pasar, cuando le segaron su juventud sin siquiera un poco de remordimiento, y van siguiendo por la vida como si nada hubieran hecho, como si nada hubiera pasado? ¡Por favor! No me digan que “la vida sigue”, como si nada le hubieran hecho a mi hijo, como si nada hubiera pasado. Además, yo no soy la persona bondadosa que era mi hijo.

     Si en algún momento pido que se preste especial atención a algún u otro concepto, ruego que se preste atención a todos porque, como me dijo un periodista después de leer la historia, incluidas las sentencias, todo es tan importante y dramático que nada tiene desperdicio y resultará imposible de poder olvidar.

     Como comprenderán, no pretendo que lean toda la información que les adjunto, sé que es mucha, salta a la vista, pero si les fuera posible, verían que, además del dolor inmenso que produce la pérdida de un hijo en tan crueles circunstancias, además se darían cuenta del porqué de la gran indignación que despiertan las sentencias recibidas. Un par de cosas más: Una, deja patente que las víctimas, en este casi indirectas – las directas ya están muertas -, poco o nada les importamos a los que están escribiendo o redactando una sentencia.  Por ejemplo: En la Sentencia nº 70, en contestación a nuestro Recurso, sentencia dictada por los Magistrados, D. Fernando Valle Esqués, D. Jesús María Barrientos Pacho y Dña. Pilar Pérez de Rueda, dice: “Visto en grado de apelación ante la Sección Séptima de esta Audiencia Provincia, el presente rollo de apelación  nº 785/97, dimanante del Procedimiento Abreviado nº 230/96, procedente del Juzgado de lo Penal nº 13 de Barcelona, seguido por un delito de imprudencia, contra  Dña. Isabel Ferragut Pallach, D. Benjamín Guix Melcior, D. Enrique Rubio García, INSTITUTO DEXEUS, S.A.; los cuales penden…”  Si se dan cuenta, es como si yo me denunciar a mí  misma. Esto que parece, incluso, una broma, y en mi caso no pasa nada, en algunos casos sería un error que podría convertirse en graves problema para la víctima. Pero esto se sabe cuando estás muy metido en temas judiciales, de momento, vamos a dejarlo como “un despiste” del pobre magistrado. Pero en esta misma sentencia, estos pobre magistrados, tienen la gran poca vergüenza de comparar, COMPARAR, el horror cometido con mi hijo - quemarle, achicharrarle, rustirle el cerebro -, “con la infección rebelde que se puede derivar de una simple extracción dentaria”. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

     Bien: Dicho todo lo expuesto y con la esperanza, señores políticos, que con las reformas que anuncian, estas grandes injusticias, tanto sociales como judiciales, no  pasen a la historia, sino que sean reparadas como se merecen – con revisión retroactiva de sentencias a todas luces prevaricadoras -, les saluda con el máximo respeto,  


                                                                                     Fdo. Isabel Ferragut Pallach

     NOTA: 

     Me permito recordar, que quien si tuvo una atención en mi caso, fueron los del Tribunal Europeo de Justicia de Luxemburgo, quienes, en su momento, como ya he contado, condenaron a España por no cumplir con las normas de cuidado que regulan la aplicación de las radiaciones ionizantes. Directamente no pudieron entrar en mi caso, pero tuvieron la gran amabilidad de enviarme la sentencia que condenaba a España por si podía serme de utilidad.

     También adjunto la carta que me envió la entonces Presidenta del Partido UPyD, Dña. Rosa Díez, la que agradecí en gran manera, pues me demostró que había leído mi caso con sumo interés. Dña. Rosa Díez tuvo la valentía de decir públicamente, en un mitin aquí en Barcelona, la injusticia cometida con mi hijo, prestándose en ayudarme ante tanta injusticia. Por causas ajenas, no nos fue posible llegar al buen fin que perseguíamos, pero ha quedado una buena amistad y sé que siempre contaré con su apoyo lo que siempre le agradeceré. Lean la carta, por favor, independientemente del  color político que tenga cada uno.





                                                                                                            
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